Opinión

Anna Tarrés

En España se ha armado la de San Quintín con las noticias sobre la supuesta dureza de la ex seleccionadora de natación sincronizada, Anna Tarrés. Un grupo de nadadoras –ahora se sabe que la mitad de ellas ni había entrenado con Tarrés– firmó un escrito denunciando sus presuntos abusos deportivos y esto ha generado un debate de aúpa, exagerado.

En España se ha armado la de San Quintín con las noticias sobre la supuesta dureza de la ex seleccionadora de natación sincronizada, Anna Tarrés. Un grupo de nadadoras –ahora se sabe que la mitad de ellas ni había entrenado con Tarrés– firmó un escrito denunciando sus presuntos abusos deportivos y esto ha generado un debate de aúpa, exagerado. En estos debates de importancia tangencial se retrata, sin embargo, toda la manera de pensar de un país. Se retrata el machismo, pues a muchos les escandaliza descubrir que las mujeres se gritan y se insultan tanto como hacemos los hombres cuando queremos llegar alto en el deporte. Se retrata la envidia, porque los españoles nos tomamos como un insulto que el vecino salga de la mediocridad en la que vivimos tan cómodos. Se retrata la hipocresía, porque mientras llegaban las medallas nadie abrió la boca. Se retrata la ignorancia, porque para ser uno de los mejores del mundo en cualquier disciplina hay que luchar, sufrir y llevar una vida extrema en todos los sentidos, y estas vocaciones mortificantes son muy difíciles de entender entre los acomodados españoles, más duchos en deportes de beneficio rápido que en los que exigen una inversión a largo plazo en sufrimiento físico. Pero se retrata, por encima de todo, la falta de responsabilidad (siempre responsabilizamos a otro o nos mostramos dependientes de otro), porque si las deportistas son menores de edad sus padres son los responsables y si son mayores ellas son mayorcitas para defenderse.