DESDE QUE TOMÓ POSESIÓN DE SU CARGO, EN 1990, IMPULSÓ POLÍTICAS ORIENTADAS A LA DIÁSPORA GALLEGA

Un presidente que vivió la emigración y se mostró sensible con la Galicia exterior

Manuel Fraga tomó posesión del cargo de presidente de la Xunta en 1990 decidido a impulsar actuaciones orientadas a la diáspora gallega, hacia la que mostró siempre una especial sensibilidad, motivada tal vez por su experiencia personal como hijo de emigrantes en Cuba.
Un presidente que vivió la emigración y se mostró sensible con la Galicia exterior
 El presidente gallego, durante uno de sus viajes a Montevideo.
El presidente gallego, durante uno de sus viajes a Montevideo.

Manuel Fraga tomó posesión del cargo de presidente de la Xunta en 1990 decidido a impulsar actuaciones orientadas a la diáspora gallega, hacia la que mostró siempre una especial sensibilidad, motivada tal vez por su experiencia personal como hijo de emigrantes en Cuba. Tanto es así que durante sus cuatro legislaturas al frente del Gobierno gallego diseñó políticas en su favor y en su agenda incluyó numerosos actos con colectivos y representantes de la emigración, así como viajes al exterior, principalmente a los países con una elevada presencia de gallegos, como es el caso de Argentina, Uruguay, Cuba o Brasil.

 

Los gallegos en el exterior –sobre todo los más necesitados– fueron motivo de especial preocupación para Manuel Fraga durante los 15 años que estuvo al frente de la Xunta. Procurarles bienestar y facilitarles la vinculación con Galicia fue una constante del departamento de Emigración del Gobierno gallego, al que Fraga llegó a elevar al rango de consellería tras vencer en las elecciones autonómicas de 2001; fecha en la que algunos países de Latinoamérica vivían los momentos más álgidos de una larga crisis económica y la incertidumbre se cernía sobre la población gallega residente en Argentina, Uruguay o Venezuela.
Hacia esos países salieron por entonces desde Galicia toneladas de productos de primera necesidad para saciar el hambre de la diáspora y la comunidad autónoma se convirtió en lugar de acogida de gallegos y sus descendientes que veían en el retorno una oportunidad para sortear con éxito los malos tiempos.
Pero este actuar, que coincidió con la etapa final de su mandato, no fue la única vez que Manuel Fraga mostró especial empatía hacia la diáspora.
La situación de los gallegos en Argentina venía arrastrando serias dificultades desde hacía algunos años, hasta el punto de que el hoy presidente de la Federación de Sociedades Españolas en Argentina, Francisco Lores, llegó a afirmar en 1994: “La crisis económica en Argentina es tan grave que los jubilados no tienen ni para comprar sus ataúdes”. No era pues de extrañar que ese mismo año los pensionistas jubilados gallegos levantaran la voz para pedir a la Xunta –que en el quinquenio que va de 1990 a 1995 había invertido más de 376.000 millones de pesetas en ayudas asistenciales individuales a la emigración– más colaboración en materia sanitaria.
Argentina fue uno de los países más beneficiados de las ayudas destinadas por la Xunta para la diáspora. No en vano, concentra el mayor número de emigrantes gallegos en situación de precariedad, pero bien es cierto que otro de los focos de atención de Fraga en sus años de mandato fue Cuba.
En 1993, y ante la situación de bloqueo económico por la que atravesaba el país caribeño, no dudó el expresidente en buscar la colaboración de las empresas gallegas para enviar ayuda humanitaria a los 7.000 gallegos con necesidad residentes en la isla, lo que le valió el elogio del, por entonces, vicepresidente cubano ‘Gallego’ Fernández, durante la visita que realizó a Galicia un año más tarde.
Incluso en 1996, Fraga desoyó la recomendación de Washington para que pusiera freno al envío de material de primera necesidad a Cuba después de que dos de sus aviones fueran derribados por las Fuerzas Aéreas cubanas. El presidente gallego se mantuvo fiel a la política diseñada por la Xunta para colaborar con los emigrantes en el país caribeño y aseguró: “No abandonaremos a la colectividad en la isla”. Y añadió: “Nuestra política se basa en la defensa de los gallegos que están allí y en crear las condiciones necesarias para la normalización de la situación”.
Por entonces, y ante la publicación de versiones contradictorias sobre los hechos, Fraga envió al Caribe a un observador de la Xunta para poder conocer ‘in situ’ el alcance de la crisis con Estados Unidos.
Pese a que en más de una ocasión pidió a Fidel Castro que introdujera reformas en el país, el embargo a Cuba fue siempre criticado por el entonces presidente del Gobierno gallego, que lo llegó a calificar como “un grave error y una crueldad”, porque “estos embargos, verdaderos bloqueos, siempre perjudican a la población civil y nunca a los gobernantes”, matizó en 1996.

Ayuda a Venezuela

Pero la colaboración de la Xunta con la colectividad en el exterior también se deja sentir en acontecimientos puntuales, como el ocurrido en las costas caribeñas de Venezuela en 1999. El ‘Desastre de Vargas’ –la peor catástrofe natural ocurrida en el país bolivariano durante el siglo XX– provocó corrimientos de tierras e inundaciones en diciembre de ese año en los estados de Vargas, Miranda y Falcón, con un saldo de miles de fallecidos y damnificados. Por entonces, la Xunta destinó un millón de dólares a paliar las consecuencias del fuerte temporal y el Gobierno de Venezuela no dudó en agradecer al presidente Fraga la ayuda prestada en un momento tan delicado.