Para el presidente de As Xeitosiñas, habrá “un antes y un después” del coronavirus

José Gil Doval: “En Suiza hubo mucha recomendación, pero apenas hubo prohibición”

Suiza, uno de los ‘bastiones’ de Europa a los que se ha agarrado con fuerza el pueblo gallego para salir del hambre, afronta estos días, al igual que el resto de países del mundo, el reto de hacer frente a la crisis del coronavirus, que se está afrontando con medidas restrictivas, pero procurando que “la economía sufra el menor daño posible”, dice el presidente de la Asociación Cultural ‘As Xeitoxiñas’, de Zúrich, José Gil Doval, a ‘Galicia en el Mundo’.
José Gil Doval: “En Suiza hubo mucha recomendación, pero apenas hubo prohibición”
Gil Doval.Suiza copia
José Gil Doval, presidente de la Asociación Cultural ‘As Xeitoxiñas’.

Suiza, uno de los ‘bastiones’ de Europa a los que se ha agarrado con fuerza el pueblo gallego para salir del hambre, afronta estos días, al igual que el resto de países del mundo, el reto de hacer frente a la crisis del coronavirus. 

Pese a su enorme potencial económico, el país helvético no ha logrado escapar a las garras de esta pandemia –que amenaza con lastrar no solo las cifras demográficas, sino también la economía de cualquier país– y registra más de 26.000 casos de infectados y 1.239 fallecidos. Una cifra considerablemente alta si tenemos en cuenta que con su población –8,5 millones de habitantes, el triple que Galicia, que tiene 2,7 millones– supera en más de cuatro veces el número de afectados y fallecidos por coronavirus en la comunidad autónoma. 

La región vitivinícola de Ticino, conocida como la ‘suiza italiana’, está resultando la más afectada por el Covid-19 dentro de ese pequeño territorio europeo que es Suiza y que da cobijo a más de 33.000 gallegos emigrados, esto es, el 3% de la población, aproximadamente, según el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA). Muchos de ellos se asientan en Zúrich, la ciudad más grande del país, conocida como el corazón del capitalismo. Centro bancario y financiero por excelencia, la tranquila y silenciosa Zúrich fue elegida dos veces como la ciudad con mejor calidad de vida del mundo y sus salarios son los más altos de Europa. Es por eso que esta crisis del coronavirus se está afrontando en Suiza con medidas restrictivas, pero procurando que “la economía sufra el menor daño posible”, dice el presidente de la Asociación Cultural ‘As Xeitoxiñas’, de Zúrich, José Gil Doval, a ‘Galicia en el Mundo’, a propósito de la pandemia.

Al igual que los restantes presidentes de las entidades asociativas de la colectividad que se asienten en el país (las hay repartidas por Berna, Lausanne, Ginebra, Zug, Olten, Lucerna…), Gil Doval atiende las recomendaciones de las autoridades para frenar el contagio del virus, que no son más que eso, porque en Suiza, “hubo mucha recomendación”, pero “apenas hubo prohibición”, asegura. Al respecto, la entidad que dirige este gallego de Arbo (Pontevedra), permanece cerrada desde el pasado 10 de marzo y, que sepa, ninguno de sus socios falleció a costa del coronavirus y con los que se mantiene en contacto en presidente de la entidad, todo parece discurrir con normalidad, dentro del confinamiento recomendado. 

Y es que en Suiza, al igual que en otros países punteros de Europa, como en Francia, Alemania o Reino Unido, la población puede salir a la calle, aunque adoptando medidas de precaución. Locales y establecimientos están cerrados, salvo los de primera necesidad, como los de alimentación, y en las empresas el criterio se deja a merced del empresario, que es el que “se encarga de velar por la situación del personal”, comenta Gil Doval. Los sectores turístico y hotelero están resultando los más perjudicados por esta situación de crisis a la que un país como Suiza trata de hacer frente protegiendo al trabajador, “aportando ayudas directas a las empresas”, confiesa, y añade que, en el caso de que sea necesario su despido, “el empleado está cubierto por el paro”. Pero en Suiza “el despido es libre y el trabajador no percibe ninguna indemnización”. Las condiciones del país permiten encontrar empleo con prontitud, y en el caso de que eso no suceda, debido a la dificultad que pueda presentar un sector concreto, el demandante debe apuntarse a cursos para integrarse en otro gremio. En Suiza, cualquiera que vaya a una oficina de empleo a anotarse “debe llevar el sello de tres empresas a las que haya ido a buscar trabajo”, porque en este país, “hay que salir a buscar empleo cada día”, es decir, se impone una “búsqueda de empleo activa”, “y si no encuentras en tu especialidad, se te paga un curso para que te pongas al día” en otra. Incluso la gente que llega sin conocer el idioma “va a la escuela para aprender el alemán”, corrobora.

Sectores como el de la construcción, la hostelería o la restauración fueron y, en parte, siguen siendo, los principales ámbitos de ocupación de los gallegos emigrados en el país, aunque bien es cierto que “los gallegos nos preocupamos mucho por nuestros hijos” y los descendientes de aquellos primeros emigrantes de los años 50 o 60, que hoy tienen más de 40 años, “se colocan en puestos muy importantes”, apunta el presidente de ‘As Xeitosiñas’. Muchos “son universitarios” y están en “bancos, compañías de seguros, en direcciones de empresas o tienen puestos de relevancia en la bolsa”; “hay abogados, médicos, farmacéuticos”.

Los llegados a raíz de la última crisis económica, algunos de ellos arquitectos, trabajan en su especialidad porque las empresas “los cogen muy gustosamente”, debido a que “los gallegos son muy trabajadores y el suizo, cuando puede, busca al gallego para trabajar”. 

Retorno sí, pero “qué nos dan”, “con qué nos premian”

El problema está a la vuelta. Gil Doval se queja del trato que recibe el trabajador cuando retorna a España después de un tiempo en el extranjero y, en ese sentido, le gustaría ser capaz de sensibilizar a las autoridades respecto de un colectivo que aportó medios a España cuando el país estaba sumido en el hambre de la guerra y la postguerra. Porque una vez de vuelta, “qué nos dan”, “con qué nos premian”. “Al cambio, no se nos da nada”, asegura. Si acaso, los retornados que con su esfuerzo han comprado propiedades en el país de origen o contribuido a conservar el patrimonio familiar en sus aldeas se ven agraviados y “nos amenazan con que van a ocupar nuestras casas allí”.

El máximo representante de ‘As Xeitosiñas’ de Zúrich se queja de que el Gobierno está dejando cada vez más de lado a los residentes en el exterior y la prueba es la decisión adoptada por el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, de modificar el modo en que se está destinando el dinero a los gallegos del exterior necesitados. Su intención de prescindir de la intermediación de las entidades representativas de la colectividad para este cometido es una muestra de por dónde van a ir las políticas de emigración en los próximos años que, al entender de Gil Doval, se van a dejar morir. Los plenos van a ser ‘on line’, y poco a poco se van a dejar de hacer, apunta el también consejero general de la emigración por Suiza.

España, país poco creíble

Para este emigrado, que ejerció su carrera profesional en la banca de Zúrich, en todo el mundo “va a haber un antes y un después del coronavirus”, porque una de las zonas más perjudicadas por este mal “va a ser América, y eso va a repercutir en todos nosotros”. Y destaca a España y a Italia, principalmente. “España es un país poco creíble” para un inversor y eso va a repercutir a la hora de crear nuevos empleos, apunta, porque tal y como están las cosas “nadie se atreve a fundar una empresa en España”. Y la gente necesita trabajar, “hay que darles trabajo a los jóvenes, en medio ambiente, repoblando los bosques”, en lo que sea, porque la gente necesita trabajar y tener un sueldo digno y unas condiciones dignas que le permitan realizar un proyecto de vida, apunta.

Más de dos millones de afectados y cerca de 140.000 fallecidos

La pandemia del coronavirus está haciendo estragos en todo el mundo. Más de dos millones de personas afectadas y cerca de 140.000 fallecidos son cifras más que alarmantes y que obligan a confinar a la población en sus casas para tratar de poner algún freno a la escalada de contagios y muertes que tiene en vilo al planeta desde que comenzó el año. Estados Unidos, Italia y España son, por ese orden, los países más afectados por el letal virus que está diezmando a la población y ensañándose con los mayores de un modo despiadado.

Más de 639.000 infectados y de 30.000 muertos contabiliza Estados Unidos, mientras que en Italia las cifras hablan de 165.000 infectados y más de 21.000 fallecidos. España, con 177.000 contagiados (más que Italia) deja hasta la fecha una cifra inferior a la del país alpino en número de fallecidos, 18.000, por encima de otros países de Europa como Francia, que con 17.188 (134.582 contagiados), es el que más se aproxima a estos escalofriantes datos.  

Alemania y Reino Unido les siguen de cerca. El primero, con mayor número de infectados que Francia, contabiliza sin embargo 3.804 muertos, mientras que Reino Unido, donde hay 99.459 afectadas por el coronavirus, la cifra de fallecidos se eleva a 12.894.