Alrededor de 300 personas originarias del Archipiélago residen en la localidad madrileña

Canarios en Móstoles, un colectivo capitaneado por Eladio González que añora un lugar en el que poder reunirse

Los canarios en Móstoles llevan desde 2002 desplegando aspectos de su cultura por la mencionada localidad madrileña, gracias a las actividades que impulsa el Hogar Canario. Creado entonces por iniciativa de un grupo de cuatro personas, es por falta de medios por lo que llevan desde el inicio de la pandemia sin una sede en la que poder reunirse para continuar propagando sus costumbres por el lugar, confirma su presidente, Eladio González.    

Canarios en Móstoles, un colectivo capitaneado por Eladio González que añora un lugar en el que poder reunirse
Eladio Gonzalez con esposa e hija
Eladio González, junto a su esposa y su hija, ataviados con trajes tradicionales canarios.

En los albores de la década de los 80 del siglo pasado, Eladio González Morales abandonó la villa de Teguise, en Lanzarote, con rumbo a la Península. Tenía experiencia como cocinero y fontanero, pero, “en esa época, se ganaba poco” en cualquiera de las dos profesiones, asegura. Así que decidió aceptar el consejo de un amigo para convertirse en policía y se trasladó a Madrid, para formarse en la Academia de Canillas. De la capital se desplazó a Pamplona, donde residió año y medio antes de retornar como agente a la Comunidad madrileña, más concretamente, a Móstoles, donde se estableció definitivamente y donde echó raíces. 

Eladio González preside el Hogar Canario de Móstoles desde que se creó, en el año 2002, por iniciativa de cuatro miembros de la colectividad canaria, entre los que se contaba. El objeto consistía en conservar las tradiciones de su tierra en esa localidad madrileña y la idea fue posible hasta hace tres años –coincidiendo con el inicio de la pandemia– mientras pudo compartir sede con una asociación de vecinos que se vio en la obligación de cerrar sus puertas. Desde entonces, los socios del Hogar Canario en Móstoles, alrededor de 50, se han quedado sin un local en el que reunirse y desarrollar sus actividades como venían haciendo. Y todo, por la falta de liquidez para disponer de un espacio adecuado a sus necesidades.

“No recibimos subvenciones y no tenemos oportunidad de alquilar un piso”, comenta Eladio, quien alude con cierta nostalgia a la época en la que la entidad se mantenía viva y convocaba a los socios a clases de baile, de guitarra y a los ensayos entre semana de la parranda, actividades todas ellas que le daban vida al Hogar. Asimismo, a los actos que se organizaban con motivo de la festividad del 2 de Mayo y al día de las regiones al que acudían en representación del Hogar junto con el resto de casas regionales de Móstoles.

La ausencia de medios se traduce en falta de estímulo y también de hábito por parte de los socios que, hasta hace bien poco, podían concurrir a un lugar común dispuestos a disfrutar y mantener la cultura que los caracteriza como personas originarias del archipiélago canario. Pero hoy en día “es imposible”, porque alquilar un piso en Móstoles puede rondar los 800 euros mensuales, solo de arriendo, a los que hay que añadir los gastos de luz y agua. En esas circunstancias, y teniendo en cuenta que los socios pagan una cuota simbólica (2 euros al mes), toda esa actividad del Hogar se ha quedado en el olvido, aunque a su presidente todavía le queda un hálito de esperanza respecto a la posibilidad de poder contar de nuevo con un local para atraer a los coterráneos que así lo deseen. 

Los canarios en el exterior, tanto los desplazados dentro del territorio como los que residen en América, se mantienen conectados a través del grupo de whatsapp que creó la Vicesecretaría de Acción Exterior del Gobierno de Canarias, integrado por aproximadamente 30 dirigentes de casas y hogares canarios del exterior que representan a la colectividad.

De ella, alrededor de 300 canarios residen en Móstoles, algunos jubilados y otros ejerciendo profesiones diversas, confirma González Morales, a quien, en su momento, se le presentó la posibilidad de ser trasladado a su tierra como policía. Acarició la idea, pero todo se quedó en nada, y a este hombre, hoy ya jubilado (tiene 74 años), casado, con dos hijos y tres nietos, le queda como consuelo el disfrutar, como muchos otros, de las escapadas que realiza a su lugar de origen. Allí se siente “como en casa”, dice, porque Lanzarote “es mi tierra, mi isla”, asegura, convencido.