Goethe dijo que la conciencia de Europa se ha formado peregrinando por el Camino de Santiago. La fe movilizó a millones de hombres y mujeres que querían ver con sus propios ojos el Campo de Estrellas que maravillara al ermitaño Pelayo y luego al obispo Teodomiro, que enseguida convence a Alfonso el Casto de la importancia que tenía para el cristianismo una “meta” a la que dirigir sus pasos y sus esperanzas.