Opinión

Comida y emigración

Como no sólo de pan vive el hombre, son muchos los gallegos que decidieron emigrar para poder comer algo más. No es que se pasase hambre, mas bien ganas de comer. La alimentación estaba basada en hidratos de carbono y algunos vegetales, más rica en la costa que en el interior. Las proteínas eran un bien escaso y poder comer un pollo se reservaba para el día del patrón. El aceite era otro bien escaso y caro. Usaban grasas animales y cuando se podía se comía tocino con pan mientras se llevaba las vacas a pacer, actividad reservada a los niños y que ocupaba varias horas del día. Los huevos se reservaban para la venta y, como decía antes, el pan era uno de los principales alimentos de la dieta diaria junto al vino y las verduras y frutos de temporada.
La emigración de retorno a Galicia, a lo largo de todo el siglo XX, trajo nuevos alimentos entre los retornados, aunque no se introdujeron en la dieta habitual de los gallegos que nunca emigraron.
Es famoso el bizcocho de Ordes (A Coruña) que llegó desde la Argentina. De este país llegó la pasta y su fabricación en Galicia pues, por razones extrañas, los gallegos de Argentina monopolizaban la fabricación de pasta en el país austral. El consumo de arroz y frijoles, caraotas, propios de la emigración gallega en el Caribe, no traspasó las puertas de los hogares. Imposible comer una comida caribeña o sureña en ningún restaurante en Galicia, a no ser un asado argentino, haciendo la absurda reducción de la comida argentina a carne con carne y más carne.