Opinión

Alimentarse

Nunca antes estuvo el mundo occidental tan preocupado por comer y por alimentarse, es decir, por la calidad de los alimentos que consume. Es una pandemia que va del extremo de la obesidad de Estados Unidos de América (España es el país con más niños obesos de la Unión Europea –UE–) hasta la pijería (sifrinería) y la idiotez de fijarse en cada uno de los ingredientes de los productos alimenticios industriales, como si cada comida fuese un día de fiesta.
Quien haya entrado en cualquier supermercado del mal llamado primer mundo se da cuenta que todo lo que está en sus estantes y frigoríficos está muerto. La cadena de producción que trae los espárragos desde Perú, las lechosas desde Venezuela, los mangos de México, los “pimientos tipo Padrón” y el pulpo desde Marruecos tiene que pagar un alto precio en conservantes, colorantes que adulteran el producto hasta matarlo.
La racionalidad debe imperar prefiriendo los productos locales y de temporada. Yo que me crié en Perú, entre 1975 y 1985 recuerdo muchos productos enriquecidos con quinoa y sin embargo no había espárragos por ningún lado. La voracidad del mercado resultó en una invasión de quinoa peruana y espárragos en España. La quinoa lo invadió todo. Desde arroces hasta galletas para mantener la línea. ¿Es necesario? Que los peruanos utilicen la quinoa, un producto ancestral y con propiedades comprobadas en su dieta me parece normal, pero ¿debemos atiborrarnos a aguacates y quinoa por sus “propiedades”?
El esnobismo en alimentación lo invade todo. En cualquier esquina hay cocineros disfrazados de samurais ofreciendo un sushi que no es sushi. Comida mexicana de pacotilla en la que los totopos son rebautizados como nachos. Gastronomía peruana de altos vuelos, como si en Perú los peruanos comiesen así. 
En ese despropósito están recetas traídas por los pelos. Yogures de remolacha, zanahoria y apio que una vez fracasados se retiran. Reducciones de vinagre hasta la reducción al absurdo y algas por todas partes. Restaurantes vegetarianos para carnívoros y para integristas religiosos del veganismo.
Utilizar el sentido común sería suficiente. ¿Es necesaria tanta sabiduría culinaria? Algunos adefesios se han mantenido con el tiempo, como el melón con jamón, receta o combinación tan estrafalaria que un amigo nepalés, Ramesh, me restregaba con una suya para igualar el adefesio: chorizo con sandía.