Opinión

Adolfo Suárez

Adolfo Suárez González, el último presidente de gobierno de la dictadura y el primero de la democracia española, llevaba muerto en vida mucho tiempo. No por la enfermedad mental que sufría, sino porque a nadie interesaba. Estuvo en el sitio adecuado en el momento adecuado. Sin ser un dirigente prominente de la dictadura fascista de Francisco Franco Bahamonde, aunque sí miembro de ella, era joven y para la nueva “democracia” española era un regalo tener a la gente que querían ya dentro, sólo faltaba “legitimar” a ese gobierno con un partido de “centro” para que nadie se asustase y todo siguiese parecido a los últimos años del dictador Franco.
Fue tan poco sustancioso el cambio que muchos dudaban de la muerte de Franco. Seguía el príncipe Juan Carlos (ahora rey), Fraga, Suárez, Martín Villa... todos eran de ‘centro’, que es la forma ideológica del fascismo español, ni republicanos ni monárquicos, gente católica (que Dios no es de derechas ni de izquierdas sino español), con conciencia social.
El propio ‘centro’ se tragó a Suárez González, por impreciso y melifluo, porque está bien ser de ‘centro’ cuando se gana, pero no cuando se pierde. Por eso Franco decidió dejar de ser de ‘centro’ y apolítico un 18 de julio de 1936 y el ‘centro’ sociológico se puso los tirantes con la bandera de España y aupó a un fascista reconvertido en ‘gentleman’ bávaro llamado Manuel Fraga Iribarne.
La nueva ‘geografía’ pone al centro-derecha en el PSOE y a la derecha donde siempre estuvo... en todas partes.