Opinión

El más universal poeta venezolano

El más universal poeta venezolano

Precisamente el 6 de abril se cumplieron veinte años de su muerte. Un gran poeta contemporáneo, ¡venezolano y de expresión francesa!, Robert Ganzo, por lo general muy mal o poco conocido, logró escribir –en nuestra época, y desencadenado por una Venus primitiva– uno de los más bellos poemas de erotismo carnalmente místico de todos los tiempos.

Publicado por primera vez en 1939 (magníficamente acompañado con litografías originales de Picasso y diez dibujos de Jean Fautrier), Lespugue es considerado con justicia como uno de los textos más notables de la poesía francesa moderna. Ventajosamente comparado nada menos que con el celebérrimo Cementerio marino de Paul Valéry, con mucha razón afirmó Léon-Gabriel Gros que “tiene todas las posibilidades de durar tanto como dure la lengua que Ganzo emplea”.

La Venus de Lespugue no es otra que la escultura auriñaciense descubierta por René de Saint-Périer, el 9 de agosto de 1922, en Lespugue (Haute Garonne, Francia). Pero esa calípiga imagen de mujer que nos llegó sorpresivamente desde el fondo de los tiempos, vino a revelarnos asimismo la otra imagen –indeleble– de la Mujer que los hombres llevamos dentro. La gloria de Robert Ganzo es haberla vuelto lenguaje, poesía, es decir mito, sentimiento y realidad a la vez. Verbo encarnado, cuerpo hecho lengua viva: la rica densidad de su canto es contagiosamente límpida: “El día. Mira. Una colina / derrama hasta nosotros pájaros, / floridos árboles y aguas / en verde hierba que se inclina. / Mujer, tú en fin –carne besada– / como tú tensa, arco de éxtasis, / revelas súbita tu gracia, / tus manos ebrias de rocío”.

Venezolano que hablaba francés, como vimos, Robert Ganzo nació en 1898, unos dicen que en Caracas y otros en Santiago de León, pero lo cierto es que su familia se trasladó a Bruselas en 1910, dejando atrás una breve infancia en los trópicos que, sin embargo, iba a estar siempre en el meollo de su poesía. A partir de 1917 comienza a publicar pequeñas plaquettes en verso y escribe piezas que serían representadas en el Théâtre des Galeries. Hacia 1920 se instala en París, donde primero se hace bailarín (Sibelius, Chopin, danzas de América Latina) y luego se une a los tradicionales bouquinistes en las orillas del Sena. Hasta que instala su propia librería: Al vicio impune, que se volvería legendaria.

Allí, en París, frecuentó nada menos que a André Breton y Paul Éluard. Y allí se consagró su reputación de gran poeta del idioma de Francia, país por el que combatió valerosa y tenazmente en la Resistencia durante la siniestra ocupación nazi. Hecho prisionero, logra evadirse, pero pierde a su amada esposa, Léona Jeanne. Durante ese duro y heroico período volvieron a circular en forma clandestina sus Tracts, poemas-manifiestos (comenzados a escribir durante la guerra civil española), que recién serían publicados con su firma en 1947.

Una anécdota tan emotiva como evidente, lo señala como el único que hizo flamear la bandera de Venezuela entre los miles y miles de delirantes y conmovidos asistentes al desfile por la liberación de París. Pero no debería sorprendernos (¿no dijo Rilke que “la verdadera patria del hombre es su infancia”?): el largo poema Orénoque ocupa un lugar tan cardinal, en su obra, como el mitológico río Orinoco (del cual fluye) ocupa en el cuerpo central de la geografía y la vida venezolana.

En 1949 y 1950 se representó su obra Plutot q´une autre, primero en L´Atelier y luego en L´Oeuvre. Realizó diversas exposiciones de pintura y, a partir de los años 60, se consagró a la prehistoria y publicó, en 1963, Histoire avant Sumer, y en 1974 Livres de pierre ou la prehistoire reconsiderée. Etnólogo de profesión, llegó a descubrir dos importantes necrópolis primitivas.

En poesía su obra es amplia: Tracts (1936), Orénoque (con dibujos de Fernand Léger, 1937), Sept chansons pour Agnès Capri (prefacio de Léon-Paul Fargue, 1938), Lespugue (1939), Rivière (1940), Domaine (1942), Langage (1947), Colère (1951), Résurgences (1954), y numerosas ediciones de arte ilustradas por Fautrier, Léger, Jacques Villon, Ossip Zadkine, Oscar Domínguez y muchos relevantes creadores. Entre otras distinciones, Robert Ganzo recibió en 1990 el Gran Premio de los Poetas Franceses. Murió el 6 de abril de 1995.

Pero así como la estatuilla que hoy alberga el Musée de l´Homme deslumbró a todos, descubriendo misteriosas y ancestrales resonancias que se creían adormecidas, así también los 144 versos (divididos en octavas) de su revelador poema a la Venus de Lespugue, lúcidamente reconocido por y el ya citado Gros como “el más grande poema de erotismo religioso que se haya escrito en nuestro tiempo”, también despierta –y despertará– en nosotros la magia y la necesidad de la Mujer-Mujer, ese misterio cotidiano, compañera y vestal, madre y amante, porvenir y presente de la especie, de los mejores y más fértiles sueños de los hombres: “Si mi furor preso al racimo / de tu cuerpo tranquilo y fuerte / grita y se mezcla con tu sangre, / tu rostro lejos se me escapa. / Tu carne inmensa que yo estrecho / reía y lloraba en mi médula, / y encuentro, al fondo de tus órganos, / el caer sin fin de una estrella”.