Opinión

La yihad postprimavera árabe

La yihad postprimavera árabe

Mientras la austeridad financiera y la miopía geopolítica predominan en la Unión Europea, la reciente yihad lanzada por Al Qaeda, motivando a la alerta roja de EEUU en 19 legaciones diplomáticas en el exterior, es un aspecto que Europa debe tomar en consideración como alto nivel de riesgo en su periferia mediterránea.

Con la pretensión de recobrar protagonismo político en detrimento de los partidos islamistas, especialmente tras el golpe militar en Egipto, el líder de Al Qaeda, el egipcio Aywan Al Zawahiri, sucesor del fallecido Osama Bin Laden desde 2011, acaba de nombrar como número 2 de la red terrorista al yemeni Naser al Wahishi, alias Abu Basir. La estrategia es clara: retomar la yihad contra Occidente desde Yemen y aprovechar el golpe militar en Egipto para cobrar protagonismo en una postprimavera árabe sumamente aletargada y atomizada por la ralentización de los cambios políticos y la reacción de las elites para domesticar la rebelión popular.

Fiel a su estilo dialéctico, Al Qaeda no parece cortarse. Acusó al defenestrado expresidente egipcio Mohammed Morsi y su partido Hermandad Musulmana de propiciar su caída por no elegir la yihad contra Occidente y las ‘odiadas’ elites laicas árabes. Paralelamente, lanzó fuego en Siria acusando al líder del partido islamista libanés Hizbulá, Hasán Nasrala, de propiciar la guerra en ese país apoyando al ‘odiado’ régimen laico de Bashar al Asad, todo ello con apoyo iraní.

En Siria, las células de Al Qaeda no sólo luchan contra el régimen de Bashar al Asad sino contra los rebeldes laicos opuestos a la ideología yihadista salafista, toda vez que estas células radicales buscan ‘regionalizar’ la guerra civil siria a través de la unificación de Al Qaeda en Irak como actor clave.

Con ello, la Al Qaeda post Osama Bin Laden busca volver con fuerza en la postprimavera árabe ya oficialmente recreada por el golpe militar egipcio y la interminable guerra civil siria. Un escenario que debe ser tomado en cuenta por una Europa que observa cómo su periferia mediterránea se le va de las manos, probablemente por su indolencia ante el drama social (Grecia) y ahora por su miopía para no observar un retorno del terrorismo yihadista.