Opinión

El dilema escocés

A menos de unos días para la celebración del referendo soberanista en Escocia (Scotland), que se llevará a cabo el próximo 18 de septiembre, con las perspectivas de ascenso del ‘Sí’ independentista y con la consulta soberanista en Cataluña en el horizonte (9 de noviembre), es necesario abordar algunas reflexiones.
¿Está preparada Europa para una Escocia independiente? Y Gran Bretaña, ¿está igualmente preparada para su primera secesión, tras la independencia de Irlanda en 1922? Independientemente del resultado, ¿cómo repercutirá el referéndum escocés en otras realidades soberanistas, como Cataluña, Flandes, Gales o Euskadi?
Una Escocia independiente, ¿entrará en la Unión Europea (UE)? ¿Formará parte del Euro? ¿Y en la OTAN? Ante las estratégicas reservas de petróleo y gas natural existentes en la plataforma marítima escocesa, ¿ejercerá esto una presión para Londres? ¿O más bien esto será una presión política para el nuevo gobierno soberanista en Edimburgo?
Europa está ante su primer gran test para solucionar un problema que siempre ha querido ocultar: el de las naciones sin Estado, el de los denominados (incluso parece que hasta despectivamente) “nacionalismos periféricos”. Lo está toda vez la geopolítica también juega sus cartas una vez Rusia asestará un golpe estratégico cuando Crimea realizó su referéndum soberanista con respecto a Ucrania, no reconocido por Europa ni EEUU.
En un Parlamento políticamente atomizado, donde los populismos anti-sistema comienzan a crecer electoralmente, el referéndum escocés supone un ejercicio de pragmatismo y de reconocimiento de derechos históricos, no sin menos realpolitik.
Porque está claro que cuando Londres aceptó a finales de 2012 que se celebrara este histórico referendo escocés, lo hacía prácticamente persuadido de que el ‘No’ ganaría cómodamente. Pero a falta de días para el referéndum, las tendencias parecen querer decir lo contrario.
Es posible que el referéndum escocés dirima un posible pulso generacional. Los más jóvenes parecen regirse por factores económicos, tendiendo a apoyar el ‘Sí’ al soberanismo británico, incluso persuadidos por la promesa de Londres de darle más autonomía a Escocia en caso de seguir dentro de la unión, de la que forma parte desde 1707.
Mientras, las generaciones más maduras y de mayor edad, probablemente motivadas por el simbolismo histórico de una consulta inédita, estén más a favor de la independencia. Ni siquiera la presión desde los círculos de poder en Londres ni de figuras públicas británicas como Mick Jagger o Sting parece persuadirles. Sea como sea, el referéndum escocés supone una histórica referencia para una Europa en crisis.