Opinión

El síndrome de la TDT

En las próximas semanas cerrarán en España nueve canales de la TV digital, la llamada TDT. En todo el país se están recogiendo firmas contra el cierre, con argumentos como “la defensa de la pluralidad informativa” o incluso “en defensa de la cultura” o, más inquietante todavía para nuestra fornida democracia, “en defensa de la libertad”. En la calle se habla de censura. Gente de toda condición, indignados clásicos y de nuevo cuño, parados, desahuciados y todo tipo de militancia de sofá que se mueve por las redes sociales sale en defensa de estos canales de televisión ¡Qué valores y cultura democrática tiene este país! Los nueve canales en peligro pertenecen a los grandes oligopolios de la TV española, de centroderecha de toda la vida; tres de ellos pertenecen al poderoso imperio Atresmedia (fusión de los grupos Antena 3 y La Sexta), y están explotando a todo trapo una campaña en todos sus canales con el eslogan “El Gobierno nos quiere cerrar”, a la que se está adhiriendo la opinión pública española con una docilidad pasmosa, la misma opinión pública que sufre los recortes ultraliberales promovidos por los dueños de estos grandes grupos de comunicación. Bien, veamos ahora qué puñetas es esto que conmueve al españolito medio en medio de una crisis espantosa. Sucede que el anterior gobierno del PSOE, tan neoliberal como el actual, concedió estos nueve canales a los grupos dominantes a dedo, sin convocar el obligado concurso público. Una de las empresas de comunicación que quedó fuera del pastel denunció el pasteleo y, tras numerosos pleitos, el Tribunal Supremo de España ha sentenciado contra este fraude y ha obligado al actual Ejecutivo a hacer un concurso en condiciones legales, para que otros tiburones de la comunicación de masas como Telefónica y otros gigantes reciban su licencia de TV. Aquí no hay un debate sobre la democracia o la pluralidad, hay una guerra entre empresas para hacer su negocio con las mismas noticias con distintos presentadores. Viendo la facilidad con la que los grandes imperios de la tele convierten a sus espectadores en militantes, es fácil comprender porque creen que hay censura en Venezuela, donde los canales promueven libremente los golpes de estado contra el Gobierno de aquel país.