Opinión

La América que se aleja del imperio

Si existe una noticia –y, excepcionalmente en estos tiempos, una buena noticia– que estos días debería llevarnos a todos los periodistas a coincidir en torno a una misma información para la portada, esa debería ser la reunión de la América más grande en población y en pueblos, la más rica en culturas y tradiciones, la que más riqueza ha dado, sí, a las empresas españolas y la que más
La América que se aleja del imperio
Si existe una noticia –y, excepcionalmente en estos tiempos, una buena noticia– que estos días debería llevarnos a todos los periodistas a coincidir en torno a una misma información para la portada, esa debería ser la reunión de la América más grande en población y en pueblos, la más rica en culturas y tradiciones, la que más riqueza ha dado, sí, a las empresas españolas y la que más cariño ha dado a nuestros corazones. Es la América que ha sido capaz de sentarse en una mesa dejando fuera a Estados Unidos y Canadá. Es, en definitiva, la América que los medios españoles, cargados de racismo y complejos desde 1898, se empeñan en llamar de mil maneras con tal de no llamarla América. Mientras en los estados del mal llamado Occidente se ha eliminado el debate sobre la soberanía real de la ciudadanía y se asume con indolencia que el poder financiero coloque a nuestros políticos, en esta América con síntomas de orgullo, independencia y valentía (hay que tenerla, a tenor de los crímenes que el imperio instigó y financió desde principios del siglo XX), los políticos hablan mirando a su gente, un gesto que los periódicos del Viejo Continente se encargan de despreciar al título de “populismo” para evitar que tomemos nota y recuperemos algo de soberanía. Los medios de comunicación españoles, en medio de un despiste (aparente) monumental, continúan dando lecciones a esta América mientras se bajan los pantalones ante la otra, precisamente la que estos días recibe lecciones de democracia e independencia de los pueblos.