Opinión

El disputado coche de la señora Sestayo

El disputado coche de la señora Sestayo

A mediados de los años ochenta, Giménez Rico dirigió, sin los alardes del ‘star system’ actual, una de las mejores obras del cine español –‘El disputado voto del señor Cayo’– en la que se denuncia lo rápido que en este país perdemos la humildad, lo rápido que nos damos aires de señorito, como nuevos ricos, lo rápido que escondemos la azada que nos dio de comer y nos vestimos de pijos con aires de nobleza de estirpe sempiterna. El contexto de la película son las primeras elecciones tras la Dictadura, en 1977, con el primer parlamentarismo aparentemente libre y el desvirgue y posterior deriva de los grandes partidos políticos, de vírgenes a putos en un par de mítines. En una de las mejores interpretaciones de su vida, el legendario actor Paco Rabal representa la coherencia con la tierra que nos alimenta, con la herencia del pueblo del que formamos parte. Es una denuncia sobre lo rápido que la mayoría de los políticos pierden la humildad y el respeto por la ciudadanía a la que representan. La película daría para mucho con unos protagonistas gallegos –de esos que se avergüenzan de su memoria y odian el idioma de sus padres y abuelos pensando que escalan socialmente– pero Miguel Delibes, el autor del magnífico libro que da origen a la película, era un castellano con la pluma honestamente apegada a sus raíces mesetarias. En Galicia se destapó estos días que la diputada autonómica Beatriz Sestayo, del PSOE, mantuvo el coche de su hija en el aparcamiento del Parlamento durante siete meses, ocupando una plaza gratuita reservada para sus señorías, y usando una segunda plaza para acudir con su propio automóvil a los debates de la Cámara. Esto parece una nimiedad comparado con la abominable corrupción moral y económica que rodea al gobierno del PP o a la familia real (todos estos se frotan las manos viendo cómo los periodistas atizamos a la Sestayo), pero es igual de abominable la complacencia con la que el PSOE protege a la diputada y se cree superior a su eterno socio y rival. Con lo fácil que es ser honrado estando en la oposición, y ni de estas porquerías es capaz de limpiarse.