Opinión

Los orígenes

Hoy, que las noticias del día agobian, prefiero buscar inspiración en la imagen difusa de la entrañable tierra donde comenzó mi historia personal. La casa de piedra esta aún recostada en silencio sobre la ribera del manso río Sil, en un recodo de la memoria. Otras voces y otras miradas dan vida a su interior, reciclado, moderno, insolentemente minimalista. Pero desde mis ojos de adulto presiento que en su patio resuenan todavía, con extraño eco, mis risas de niño, y corren como el viento de enero las sombras de los amigos lejanos, especialmente de aquel de muerte tan temprana. Como avispas, picotean sus nombres en mis sienes grises, pero no logran asociarse con rostros reconocibles. Y sus travesuras me dibujan sonrisas en el espejo empañado por el paso del tiempo. ‘A lareira’ atesora las cenizas de almuerzos y cenas compartidas, noches de caldo y cuentos de meigas y almas en pena, aullido de lobos y sombras conocidas. Como un rumor de guijarros llega la monótona letanía que recitan las ancianas desde el interior de sus negros ropajes, nocturnos custodios de los cuerpos hirsutos, autoexiliados del placer mundano, negados a la luz pagana.
El naranjo centenario sigue en pie, guardia pretoriana en la ventana de mi cuarto de la segunda planta. Deben tener sus ramas arenas de mi piel, recuerdos de mi vertiginoso paso por su cuerpo vegetal en alocado viaje de la ventana al piso de piedra.
Las naranjas que crecían del lado del sol eran doradas y dulces, las que amanecían contra la pared, pálidas, pálidas y agrias. Ambas maduraban, sin embargo, al unísono.
Pequeñitas y humildes eran mis naranjas. Yo esperaba impaciente su punto de maduración, y la tentación vencía a la razón y los consejos. ¡Cuántas amargas habré comido sin remordimiento!
Ahora soy más paciente. Todo llega. No robo besos, los espero: todo tiene su tiempo. ¿Será así, o pura hipocresía mental para no reconocer una cierta pasividad que nos atrapa de mayores? Caray, espero que sea el resultado de la experiencia acumulada. Cierta sabiduría adquirida a fuerza de golpes y heridas mal curadas. Cuando algún problema amenaza mi humor me encierro en la cocina para gozar de las pequeñas alegrías que tenemos al alcance de las manos, y no vemos. Toda la poesía esta allí, al alcance de la mirada, y no la vemos.
Trato de abstraerme, disfrutar con el chisporroteo emocionado del aceite de oliva, el canto del ajo al dorarse en alegre danza con la cebolla y el pimiento morrón. Envuelven los sentidos aromas de tomillo y romero, perejil y pimienta recién molida. Se llenan los ojos de imágenes líquidas, transparentes recuerdos, líneas difusas de alegrías y tristezas lejanas. Que de eso se trata la vida: día y noche, blanco y negro. Algún gris y arco iris. Sol enamorado, encendida hoguera de pasión, y hoja seca hilando círculos sin rumbo en el mes de abril, lloviendo canela en los pliegues traviesos de la persona amada jugando a no querer. Uno se distrae, finalmente, revolviendo mansamente la salsa con la cuchara de madera. Y espera pacientemente que el fuego la reduzca a su punto justo. Luego, con un gesto ancestral, rito religioso de confirmación, el dedo elegido la tocará apenas (caricia intencionada) y llevará el sabor logrado, todo el perfume, a la punta de la lengua que se abre en mil papilas embriagadas de placer. Y entonces, sólo entonces, sonrío satisfecho. ¡Qué maravilla, señor, esta receta heredada renacida en mi cocina!
Cocinero y gallego, no hay cosa que más me guste que ofrecer a mis seres queridos, a los amigos, los guisos que se forjan rotundos en los fogones, en el silencio apenas turbado por el fuego ejecutor, mentor de mágicas ebulliciones. Cada plato es un universo revelado en el que se amalgaman criaturas del mar y la tierra, aves soñadoras, tomates y patatas milenarias; navegantes, una pizca de sal, rocío de la huerta y el guiño cómplice del cucharón. Sigamos, pues, cocinando nuestra historia.

Lengua de ternera al vino

Ingredientes: 1 lengua, 1 cebolla cortada en juliana, 1 puerro picado, 2 zanahorias en rodajas, 2 hojas de laurel, pimienta engrano, 1 vaso de vino tinto, 2 tazas de caldo de carne, sal, aceite de oliva, 200 grs. de arroz.

Preparación: Limpiar la lengua, y hervirla en agua con sal 30 minutos. Pelarla. Marinar con todas las verduras, sal,  y los granos de pimienta varias horas. Cortar en rodajas y dorar en aceite de oliva. Incorporar las verduras y saltear. Añadir el caldo. Cocer a fuego lento hasta que reduzca la salsa. Acompañar con arroz blanco.