Opinión

Cocina Gallega

En la mayoría de los certificados de buena conducta emitidos por los ayuntamientos a los futuros emigrantes, de los que poseo más de un original, se lee como garantía de honestidad “nunca ejerció la mendicidad”. En los documentos de muchas mujeres, en el ítem profesión decía “sus labores”; en otros, para aclarar el motivo del viaje se podía leer “por convenirle así a sus intereses”. En lugar de la firma se solía ver la huella digital o una simple cruz. Así, despojados de identidad y sin más herramienta que su cuerpo, muchos se lanzaron a la mar como quien se abraza al futuro sin saber si será cielo o infierno donde atracaran sus esperanzas. Muchos durmieron en cajas, otros ocupaban por turno las llamadas camas calientes de pensiones cerca del puerto. Luis Seoane, en la revista ‘Galicia Emigrante’, escribió en su momento: “Otro barco más que llega desde el Atlántico Norte con la tercera repleta de emigrantes. La mayoría vienen de Vigo, procedentes casi todos de las aldeas montañosas del interior de Galicia. Algunos hombres traen aún sobre los hombros las viejas zamarras con que anduvieron por las ferias de sus comarcas. Otros, la mayoría, vienen con trajes baratos, recién estrenados, humedecidos por el salitre del mar y arrugados de tanto sentarse en la desamparada cubierta de tercera. Las mujeres visten blusas, faldas nuevas, y lucen el rostro encendido del color de las manzanas. Los niños están vestidos para el desembarco, como si se tratase de acudir a la fiesta parroquial. Pero no es la fiesta parroquial, no. Tienen 12, 14, 15 años; tienen aún menos años, y están perplejos. Se les ve en la mirada azorada, cuando la yerguen de mirar sostenidamente los zapatos nuevos. Este muelle es América. (…) Doce o catorce años y tienen ya prohibidos los juegos y las risas para meditar confusamente en el porvenir. ¿Cuál será el futuro de cada uno? (…) ¿Qué será mañana de estos chicos emigrantes? Juana, Ramón, Antonio, o como quiera que se llamen, serán desde ahora, a los doce o trece años de edad, el extranjero que huye de una economía miserable. Sin embargo, con los años su país, Galicia, les parecerá cada día más rico. Pensaran: ¿Saben los que quedan en la patria lo que es ser para siempre extranjero? El gran artista, que tenía en su propio cuerpo, y en su alma, las heridas de un eterno viaje circular entre Argentina y Galicia, sabía muy bien de qué hablaba cuando se refería a aquellos niños y niñas arrancados de su tierra y su infancia para escapar del hambre endémica a la que estaba sometida su patria, castigada por un centralismo prepotente, señores, clérigos, y caciques desalmados. Una visión literaria desde la otra orilla, la plantea Xose Neira Vilas en su relato ‘A volta’, escrito en 1957: “Xaquin e María levabanse ben. Dende que casaron non houbo n’aquel fogar mais que verbas de agarimo. Mantiñan dous bois alleos, “da ganancia”, e unha cuxiña propia redor da caseta que Xaquin herdada, tiñan bacelos e froiteiras; e tamen un bo anaco de labradia, na que sementaban cebolas, fabas, chicharos e, algunhas veces, patacas. Todo estaba ben coidado. Tiñan un neno que xa cumprira sete anos. Iba a escola, e arelaba ser ferreiro. (...) Xaquin cavilaba no futuro do seu rapaz. Cuase todol-os pais pensan mais nos fillos que en si mesmos”. Pero en el cuento de Neira Vilas, el final no es feliz. El padre de familia decide emigrar solo a Buenos Aires. Consigue un trabajo de lavacopas, escribe al principio a su mujer y su hijo, y finalmente es arrastrado a una vida de vicios que lo llevan a olvidar su pasado, y le otorgan una vejez sumido en la soledad y la pobreza. Pide ser repatriado, y al llegar a su casa lo recibe una extraña que le ofrece un vaso de agua y las peores noticias: su hijo ha muerto en la guerra, y su mujer “viuda de vivo”, después de vender lo poco que tenía se dedica a la mendicidad y muere en la calle. Xaquin toma conciencia de su conducta y cae fulminado por un rayo de conciencia, muerto en la caseta que fuera suya. En el mismo número de julio de 2000 de ‘Mundo Gallego’, periódico del Centro Galicia, encontramos un ejemplo de nuestro humor: “Unha vez pasaba un peisano por un camiño i encontrou certa cantida de diñeiro. Era home de concencia e non queria quedarse co que non fora dil, e entonces resolveu confesalo o Crego, e así o fixo, dicindo o sucedido o Crego, i este, que tampouco era manco de concencia, dixolle: -Como ise diñeiro non e teu e nos sabes de quen e, tes que ofrecelo as ánimas, i a millor maneira de facelo e que lle entregues ises cinco pesos a primeira persoa que alcontres no camiño, i así quedas restituido. O bon do home así fixo, e foi cos cinco pesos na mau para dar a primeira persoa que alcontrase, e quixo a sorte que fora unha rapaciña do lugar. O home, o vela, dixolle: -Toma cinco pesos. I ela contestoule: -Non lle son cinco, que lle son dez. I el, amoscado, dixolle: -Pois o Crego me dixo que eran cinco. Entonces ela repuxolle: -¡Ai, si, pero o Crego elle criente vello!”. Un retablo de la Galicia que expulsó tantos hombres y mujeres: un campesino que no sabía leer, un cura sin moral, y una niña que tenía que vender su cuerpo para sobrevivir.

Papas gratinadas
Ingredientes: ½ Kg. de papas, 1 vaso de leche, 150 grs. de queso semiduro, manteca, sal, pimienta.
Preparación: Cocer las papas, disponerlas en un bol, añadir la leche, la manteca derretida, salpimentar. Untar con manteca seis cazuelitas, rellenarlas con el puré, espolvorear el queso rallado y unas bolitas de manteca. Llevar a horno caliente hasta que doren.