Opinión

Mujer, la publicidad no engaña

Mujer, la publicidad no engaña

La primera evidencia que deslegitima el machismo y sus acusaciones de desigualdad de género es que las mujeres pueden ser tan cretinas como cualquier hombre. Sucede lo mismo con el color de piel: un negro o un blanco pueden ser igual de excluyentes y lo harán por la influencia de su entorno cultural y por las ganas de cuestionar ese entorno con la Razón, no por el tinte de su epidermis. Por eso hay que decir que es una forma de machismo el que ejercen algunas mujeres de la política llenas de impostura –hay mujeres progres que son terribles– y oportunismo que reivindican lo femenino como un rasgo distinto al masculino (“las mujeres somos necesarias porque hacemos esto o lo otro mejor que los hombres”) en lugar de exigir la igualdad porque son iguales a los hombres. No es necesario inventarse ningún atributo exclusivo de género –que tampoco tienen los varones– sino exigir la igualdad real de personas, algo que no se cumple ni de lejos en ningún campo. En el mundo editorial, por poner un ejemplo sin sangre, lo denuncia la escritora Laura Feixas en su racional, incontestable y estadístico ensayo ‘Mujeres y Literatura’ (Editorial Destino). Como las cosas no se han resuelto tratando de convencer al varón –siguen los crímenes atroces, siguen los chistes degradantes, sigue la dominación sin castigo– bien podría el feminismo moderno –tan necesario como antes, tan castigado como siempre por el machito medio– incluir públicamente en sus denuncias –creo que empieza a haber madurez social para ello, al menos en España– a las mujeres colaboracionistas que prolongan el régimen machista con sus acciones, con sus declaraciones y con la compañía que prestan a parejas, publicistas, directores de series televisivas rancias o el curilla al que besan la mano que debían aplastar a martillazos. La publicidad no engaña, mujer, se alimenta de la cultura que la rodea. Y se verá que las mujeres, como los hombres, no todas son iguales.

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