Opinión

Roberto Firpo, el piano y ‘Alma de bohemio’

Roberto Firpo, el piano y ‘Alma de bohemio’

Nacido en Las Flores, provincia de Buenos Aires, en 1884, Roberto Firpo de dos años fue llevado a la ‘reina del Plata’. Durante su niñez y adolescencia hizo de todo, excepto prestarse a despachar copas con su padre en su almacén de los ‘Corrales Viejos’. Trabajó en la fundición de Vasena. Fue fichador de esquilas en una estancia del oeste. Apuntador en el muelle de ‘Ingeniero White’. Después regresó a su barrio como pintor de letras. La música, no obstante, era aquello que lo perseguía en su corazón. Tan es así que llegó a idearse un rudimentario tímpano de botellas de agua, igual que uno que vio a un excéntrico musical en un circo. ¿Tal vez porque todo ello sonaba a piano…? Lo malo del asunto es que Don Nicola, su padre genovés, era “testún”, ya que no quería saber nada con el piano ni tampoco con el hijo “músico”.
Y así puro pulmón –merced a los ahorritos de sus esforzadas jornadas– Firpo consiguió juntar doscientos pesos… del año 1906 ¡Casi nada! Y se compró el piano. Empezó a “sacar tangos de oreja” en su casa y a continuación en las calles nocheras tras cafés y bailongos y reuniones de gente de “avería”, a fin de encontrar un “troesma” de piano con auténtica teoría “canyengue”. Y lo halló, y de grandes quilates tanto en la teoría como en la práctica: Alfredo Bevilacqua. El cual, previamente a la pedagogía, le habló sin tapujos: “Mira, pibe, que en esto de pianista de tango hay que salir machazo o abrirse. Tenés que competir con la viola, que a más de ser portátil es criolla y reempujadora”. Firpo le respondió: “Métale a la enseñanza, don Alfredo. Veré de salir machazo”. Ni corto ni perezoso, Roberto Firpo aprendió piano y solfeo. El clarinetista Juan Carlos Bazán y el violinista Postiglione hacen “trío” con él en ‘El Velódromo’.
“Al finalizar la década de 1900, Roberto hace una pausa en el tango, y luciendo bigotes cosmetizados y jopo natural (sentenciado ya por una inexorable calvicie que impuso precozmente el bisoñé) aparece tocando valses y arias en la confitería ‘El Centenario’, que existía en la Avenida de Mayo al 1347, para un público familiar y burgués”, nos recuerda el gran poeta y tangófilo Francisco García Jiménez en su estudio Así nacieron los tangos, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980. Y agrega: “Sin embargo, le cosquillea el bichito al hombre, y obtiene del dueño del local la autorización para tocar tangos con un acompañante. Lleva a Juancito Deambroggio –‘Bachicha’, quien era entonces un herrerito aficionado al “fuelle”– y en ‘dúo’ de piano y bandoneón se lanzan al repertorio de hacha y tiza. Conmoción en las familias burguesas que emprenden el éxodo. Y en seguida tiene que irse también el ‘dúo’ de tangueros. Eran intrusos”.
Firpo integra en 1913 el conjunto “típico” del bandoneonista Genaro Spósito en el café ‘Iglesias’ de la calle Corrientes, frente al teatro ‘Nuevo’, hoy ‘General San Martín’. El cabaret ‘Armenonville’ vuelve a realizar un concurso de orquestas “típicas” para elegir la que lo amenice, por medio del voto de sus “habitués”. El ‘tano’ Genaro se presenta, pero el que triunfa es “Roberto Firpo”. Estaban presentes las bofonadas de “Parra” y en 1914 Florencio Parravicini escribe la obra Alma de bohemio, que estrena en el teatro ‘Argentino’ de la calle Bartolomé Mitre. Firpo le compone el melodioso tango para la comedia, otorgándole idéntico título a la obra.