Opinión

‘Reportaje a José Gobello’, de Marcelo Héctor Oliveri

‘Reportaje a José Gobello’, de Marcelo Héctor Oliveri

“Yo también lo puse en duda alguna vez, pero abandoné toda incertidumbre cuando leí en sendos libros de José Barcia y Luis Soler Cañas que efectivamente soy el fundador”. Así responde Don José Gobello, el que durante tantos lustros fuera el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo de Buenos Aires, al joven musicólogo y ensayista Marcelo Héctor Oliveri, autor de Gobello y la Academia Porteña del Lunfardo (Reportaje a José Gobello), edición de la Revista ‘Desmemoria’ y de la ‘Sociedad de Estudios Bibliográficos Argentinos’, Buenos Aires, marzo de 2002, con la contribución de ‘Editorial Dunken’. “José Barcia fue el primer presidente y nos gobernó durante dieciocho años con notable prudencia y dedicación generosa –agrega el magistral e inolvidable Gobello–. En 1980 tuvo algunas diferencias conmigo y se alejó dignamente de la institución, a la que siguió espiritualmente unido, amándola mucho. Soler Cañas fue uno de los firmantes de las invitaciones cursadas a un grupo de personas de la cultura convocándolos a reunirse para considerar la posibilidad de fundar la Academia, que finalmente resultó fundada el 21 de diciembre de 1962. Los otros dos fuimos León Benarós y yo”.
Don José Gobello rememora durante esta entrañable entrevista la incorporación como académico de figuras tan descollantes del periodismo como César Tiempo, Santiago Ganduglia, Amaro Villanueva, Luis Alfredo Sciutto (Diego Lucero) y Julio César Ibáñez. Respecto de Barcia, Gobello se sincera diciendo que ambos fundaron el ‘Círculo de Poetas Lunfardos’, cuya acta de fundación tiene fecha del 12 de junio de 1977. Y recuerda cómo al académico señor Alposta le pareció que era preferible que en vez de un círculo hubiera dos. De modo que editó un periódico llamado El Lunfa y creó otro círculo. “El primero del que yo era secretario, se reunía en el salón de la Academia, que todavía funcionaba sobre la calle Lavalle, 1537”, comenta Gobello.
Con aplauso y por unanimidad aprobó la Academia el 6 de junio de 1992 la siguiente declaración: “Vistos los antecedentes referidos en la nota del 15 de mayo suscripta por los señores académicos don Luis Alposta, don José Gobello y don Tomás de Lara, la Academia Porteña del Lunfardo declara ‘Académicos Eméritos’ a don José Barcia, don Luis Soler Cañas, don Juan Carlos Lamadrid, don Luciano Payet, don Ernesto Temes, don Arturo López Peña, don Luis Alfredo Sciutto, don Santiago Ganduglia, don Cátulo Castillo, don Jorge Bossio, don Luis Ricardo Furlan, don Ángel Héctor Azeves y don Enrique Grande”.
“¿Alguna vez se sintió perseguido por algún académico?”, le pregunta Marcelo Héctor Oliveri. “De ninguna manera –le contesta Gobello–. Cada uno defendía su posición, y a nadie atribuí jamás intenciones persecutorias. Yo había creado la Academia y consideraba que el fracaso de la institución sería mi propio fracaso. La tomé como una cosa personal. Trabajé, inclusive físicamente, por ella como si fuera propiedad mía. En la oficina de la calle Lavalle, como en esta casa que usted frecuenta, supe barrer pisos sin que, como se dice vulgarmente, se me cayeran los anillos”.
“La negación del ‘lunfardo’ tuvo su epígono más eminente en Jorge Luis Borges –señala Gobello–. Ya en el prólogo de su libro El informe de Brodie negó que existiera”. Hasta entonces, un esmerado lingüista le prestó atención. Eleuterio F. Tiscornia”.