Opinión

Pontevedra y la cultura, a las orillas del río Lérez

Pontevedra y la cultura, a las orillas del río Lérez

Pontevedra, la ciudad gallega que abre el interior de su provincia al mar. Encrucijada en un asiento de estratégico privilegio. En el postrer meandro del sereno río Lérez antes de dilatarse en la ría, este emplazamiento dio lugar a su origen –el romano– al pie de un puente –el actual del Burgo– que cruzaba una calzada en comunicación con Braga, Lugo y la misma Pontevedra. La tradición mítica, no obstante, nos relata cómo fue fundada por el héroe griego Teucro, uno de los participantes en la homérica guerra de Troya. Escasos datos históricos existen hasta que en 1169 Fernando II concede ‘foros’ al burgo ‘Pontus Veteri’, que algo después fue donado a la “iglesia compostelana”.
A lo largo de los siglos XIV, XV y XVI fue el primer puerto de Galicia, acompañado del célebre gremio pescador de ‘Os mareantes’, el cual otorgó a Pontevedra un espíritu burgués y comercial. Muy señalada se mostró asimismo su floreciente economía durante el período tardomedieval y en los inicios de la Edad Moderna. Ciudad favorita para la nobleza gallega que exhibe artísticos ‘pazos’ urbanos. Pontevedra extendió su desarrollo sobre todo merced a la pesca, salazón y comercialización de la sardina. Debido a la facilidad de acceso tanto por tierra como por mar provocó que numerosos pueblos practicaran en ella el pillaje: normandos y daneses, franceses, portugueses, piratas turcos y berberiscos. Además de las crueles incursiones inglesas de los siglos XVI –bajo el mando del corsario Francis Drake– y XVIII, comandadas por el general Homobod.
Conviene recordar que Pontevedra durante los siglos XVII y XVIII sufrió una época de declive económico a causa de la reducción de los bancos pesqueros de sardina, la pérdida de progreso del puerto al igual que el cambio de residencia de no pocas familias de rango noble. Únicamente gracias a haber conseguido la capitalidad municipal en 1833, la ciudad consigue evitar su decaimiento. Brota entonces una brillantez cultural y política que recibió, como es natural, de sus nuevas funciones administrativas con las que la urbe va marcando sus ritmos y cronos vitales.
Visitamos la Basílica de Santa María la Mayor del siglo XVI, con su fachada principal ‘plateresca’ y una simpática figura de San Jerónimo con anteojos. Su ábside es de estilo ‘isabelino’. La Capilla “de las apariciones” –antiguo colegio de las Madres Doroteas– alojó a Sor Lucía, una de las niñas del milagro de Fátima. El convento de Santa Clara, con ábside poligonal, iglesia del XVI, que luce espléndidos altares barrocos. Iglesia de San Bartolomé, del XVII, de estilo “barroco”, la antigua iglesia de la Orden Jesuítica. En su interior nos ofrece una escultura de María Magdalena cuyo autor es el afamado escultor gallego Gregorio Fernández. Iglesia de San Francisco, comenzada en el XIII, si bien la construcción fundamentalmente corresponde al siglo XIV. Conserva viejos sepulcros –entre ellos, el de Palio Gómez Cheriño, almirante y trovador, “que ganó a Sevilla siendo de moros”, junto a su esposa, bellas estatuas yacentes– así como también pinturas murales de los siglos XVI y XVII. ¿Quién podría olvidarse del inmarcesible Museo Provincial de Pontevedra, constituido por dos ‘pazos’ urbanos del siglo XVIII? Fundado en 1927, es una constante y universal referencia en el ámbito de Galicia.