Opinión

Perdurabilidad literaria de Alejandro Serguiévich Pushkin

El célebre escritor Alejandro Serguiévich Pushkin nació en Moscú en 1799; por línea paterna descendía de una noble familia y su madre –es curioso recordarlo– era nieta del príncipe abisinio Aníbal, nombrado “el negro de Pedro el Grande”. Fue educado, como era propio de la época, sobre todo en la cultura francesa.

Perdurabilidad literaria de Alejandro Serguiévich Pushkin

El célebre escritor Alejandro Serguiévich Pushkin nació en Moscú en 1799; por línea paterna descendía de una noble familia y su madre –es curioso recordarlo– era nieta del príncipe abisinio Aníbal, nombrado “el negro de Pedro el Grande”. Fue educado, como era propio de la época, sobre todo en la cultura francesa. En la clase aristocrática rusa se hablaba el idioma francés, pues tan sólo se empleaba el ruso –alterándolo con “galicismos” y “giros” anómalos a la lengua– dentro de sus relaciones con las clases inferiores. Desde los doce a los dieciocho años estudió Pushkin en el Instituto de Tsarkoie-Sielo, recién creado a fin de educar a la juventud de la Rusa aristocrática. Comenzó sus publicaciones con ‘La Gabriliada’ –imitación de ‘La guerra de los dioses’, de Parny–, la cual sirvió para que le otorgaran fama de inmoral y revolucionario. Su poema ‘Ruslan y Liudmila’, que celebraba las hazañas de los héroes semifabulosos de Rusia, consiguió hacerle famoso.
Convendría recordar que aquellas ideas liberales expresadas en algunas de sus obras lo condujeron al destierro en el sur de Rusia: vivió en Ekaterinoslof y visitó el Cáucaso, donde compuso sus reconocidos poemas ‘El prisionero del Cáucaso’, ‘La fuente de Bakchisarai’ y ‘Los gitanos’, evidenciando las lecturas de lord Byron. Luego residió en Odesa: un epigrama publicado contra su jefe le ocasionó un nuevo destierro –esta vez a sus tierras de Pskov– hasta que el nuevo emperador Nicolás I le permitió en 1827 retornar a San Petersburgo.
Al poco tiempo se casaba con Natalia Gutcharof y era designado “historiador del zar”, cuyas generosidades le ayudaban a costear aquella vida de disipación y desorden, a impulsos de su temperamento pasional y bravura física, que lo arrastraban sin remedio. Ciertos biógrafos no ocultan sus excéntricas maneras así como sus extravagancias, por así decirlo, “pseudobyronianas”: partidas de aventuras en las montañas, juegos y duelos, excesos y violencias de todo género. De tal modo que, únicamente por unas insinuaciones contra su honor conyugal, lo llevaron al extremo de batirse en duelo, en el cual murió a manos de su cuñado Dantès, cuando contaba treinta y ocho años.
Hemos de tener presente que la lengua rusa debe al inconmensurable poeta Pushkin su victoria literaria definitiva. Con anterioridad a él no pocos críticos se interrogaban acerca de si no debería emplearse en la poesía el “eslavón”, esto es, la lengua de la liturgia y del púlpito, en lugar de la lengua hablada. El poeta, no obstante, resolvió semejante dilema, aprovechando la flexibilidad y armonía y rebosante sonoridad de la lengua rusa, con el fin de cantar en las más virginales formas las extremadas y delicadas ideas.
Si consideramos las composiciones poéticas de Pushkin valorando su significación, hemos de poner de relieve el drama histórico Boris Godunof, en el que –a la manera shakespiriana– aborda el carácter de este detentador del trono. En él hace intervenir al falso Demetrio, aquel impostor que, a principios del siglo XVII, se hizo pasar por el hijo de Iván el Terrible, coronándose solemnemente en Moscú a la muerte de Godunof. Mas su obra poética más completa es el extenso poema –siete mil versos, casi una epopeya– titulado Eugenio Onieguin.