Opinión

Desde la muralla romana de Lugo a Outeiro de Rei

Desde la muralla romana de Lugo a Outeiro de Rei

Al alcanzar la ciudad de Lugo, capital de la provincia, nos apropincuamos a su inexpugnable muralla romana, declarada en el año 2000 ‘Patrimonio de la Humanidad’ por la UNESCO, histórico legado y perdurable huella cuya impronta le otorgaron los fundadores latinos de la ‘urbs’. Entramos en el recinto amurallado de la vetusta ‘Lucus Augusti’. Ascendemos al adarve para recorrer los casi 2,3 quilómetros de este ancho paseo bimilenario. En caso de que uno llegue hasta acá durante el solsticio de verano o a primeros de octubre, podremos imbuirnos de la algarabía de los miles y miles de visitantes que acuden al ‘Arde Lucus’: una celebración en la que se evoca la antigüedad romana de la ‘urbs’, así como a vibrar con las fiestas patronales del ‘San Froilán’.
Ahora contemplamos la serena belleza del río Miño, el más señero de los ríos gallegos, tan amados y geográficamente estudiados por aquel esencial polígrafo y escritor Don Ramón Otero Pedrayo. Conoceremos más adelante el lugar de su nacimiento. No obstante, hallaremos otros tesoros en los contornos de la capital provincial, donde justamente comienza la comarca de la llamada ‘Terra Chá’. Vamos hacia el ‘concello’ de Guntín para visitar el monasterio de Ferreira de Pallares. En compañía de la refrescante sonata del río Ferreira, caminamos hasta Puente Cabalar. Nos aproximamos al cenobio, a fin de apreciar el arte de este recinto cuyos fundadores en el año 909 fueron los condes Don Ero y doña Laura. He aquí el claustro y mausoleo de los Taboada; en el exterior del templo, bebemos el agua que cae en un sepulcro antropomorfo, metamorfoseado, por puro y milagroso azar, en pila bendita. ¿Quién asegura que no contenga propiedades mágicas…?
No muy distante de Lugo –tan sólo a 14 quilómetros–, nos encontramos con otra joya que nos legó la arquitectura del pasado: el ‘ninfeo’ de Santalla de Bóveda. Este templo cristianizado data de la época romana y, exactamente en el centro de su planta rectangular, nos muestra una pequeña piscina. Tal estructura –única en el occidente de Europa– ha suscitado diversas interpretaciones acerca de su génesis: lugar de baño, ninfeo o conjunto monumental levantado de acuerdo con el rito romano de honrar a la diosa Cibeles, venerada en la capital del Imperio como la “gran madre de todos los dioses”.
Si rumbeamos hacia el norte, nos admiramos de la hermosura exterior de la iglesia románica de Bacurín, correspondiente a la segunda mitad del siglo XII. Luego nos dirigimos hacia el museo-fortaleza de Friol. Este maravilloso castillo es del siglo XIV, reconstruido en su mayoría un siglo después para ser convertido en museo en el siglo XX. La mayor parte de los aperos de labranza son del siglo XVI, al igual que las armaduras, carrozas de caballos e instrumentos de cocina, de horno de granito y con la tradicional ‘lareira’. Ya en la torre, nos deleitamos con las indescriptibles vistas de la comarca.
Merced al agua la ‘Terra Chá’ regaló a las antiguas comunidades que en ella se asentaron unos fértiles valles. Para agradecérselo a la diosa Tierra y al dios Sol, los antepasados se allegarían a las ‘Penas de Rodas’, en el ‘concello’ de Outeiro de Rei. Dos enormes ‘bolos de granito’ son testigos de un lugar de culto prehistórico y, ¿quién sabe?, asimismo estación astronómica con objeto de configurar un calendario agropecuario en estas fecundas tierras del Miño: ¡Quen dixo, claro río Miño/ que naces en Fonmiñá,/ se cando chegas aló/ xa vas feito un rapaz!/ Río Miño, río Miño,/ pasa paseniño,/ non me despertes/ ó meu meniño”.