Opinión

El monasterio de Santa María de Sobrado, espiritualidad y arte

El monasterio de Santa María de Sobrado, espiritualidad y arte

“A mitad de camino entre Lugo y Santiago de Compostela, en el corazón de Galicia, hay un pueblo antiguo y pintoresco. Sus casas –unas blancas, otras grises– se extienden por la falda y el pie de unas colinas, y no se detienen hasta topar con la cerca de un monasterio, antaño insigne y principal”, escribe García M. Colombás, en ‘Geografía’, al frente del libro titulado El monasterio de Santa María de Sobrado, Editorial Everest, segunda edición, León, 1987. Con fotografías del Archivo de ‘Everest’, Oronoz y J. A. Gómez, la realización artística corresponde a Carlos J. Taranilla y la sección cartográfica a la propia editorial española.

“¿Se halla el cenobio al lado del pueblo o el pueblo al lado del cenobio?”, se interroga el autor de la obra. Porque innegable es que entre ambos existen lazos muy poderosos, como así lo señalan sus propios nombres. El pueblecito se denomina Sobrado de los Monjes; el monasterio, solemne y grandioso, Santa María de Sobrado. Durante la alta Edad Media era Sobrado –Superato, si leemos en los vetustos pergaminos– una villa, esto es, una aldea, inserta en una extensa demarcación administrativa conocida bajo el nombre de “condado de Présaras”. Mediado el siglo X, gobernaba el conde Hermenegildo, casado con una noble dama llamada Paterna. Al paso de los años, los condes determinaron fundar en la villa de Sobrado un monasterio “familiar” y “dúplice”. Familiar, pues sería propiedad de su familia: dúplice, porque constaría de dos comunidades, una masculina y otra femenina, que se reunirían en la iglesia común para la eucaristía y el oficio divino.

Así, pues, Don Hermenegildo y Doña Paterna cristalizaron su designio el año 952, donando al cenobio –que se denominó de ‘San Salvador’– no sólo las tierras que poseían en Sobrado sino también otras muchas en herencia. Sus hijos –Don Sisnando, obispo de Iria-Compostela, y el conde Rodrigo, con su esposa Elvira– lo enriquecieron con nuevas y espléndidas donaciones. Henos ante la vista general desde el Sur. Luego, ante el exterior del monasterio, en su fachada Oeste y Este. En seguida, la hermosa vista exterior del monasterio desde su fachada Este y Sur. He ahí el venerable ‘cruceiro’ en la ‘Vía Sacra’ y la entrada del recinto al admirable monasterio de Sobrado de los Monjes. Pronto, la iglesia del cementerio, en la actualidad iglesia parroquial. Nos detenemos en la capilla románica de San Juan Bautista. Observamos una ‘ménsula’ del arte Románico y un ‘modillón’ prerrománico. Asombrados, nuestros ojos contemplan la entrada de la Sala Capitular y la belleza de los arcos y capiteles de su interior.

He aquí el exterior de la ‘cocina’ del siglo XIII, además del horno para cocer el pan. Y en la capilla de San Juan Bautista nos rendimos ante la hermosura de dos sepulcros con figuras yacentes: uno es del caballero Arias Vázquez de Vaamonde, como leemos en una inscripción; el otro debió de pertenecer a una señora de su familia, ya que nos presenta idénticas armas. La portentosa Sacristía es del siglo XVI, con su bóveda de la entrada y su reverencial cúpula. En la fachada, una ‘Asunción’ en granito y el escudo de León y Castilla. Después, el pórtico de la capilla del Rosario, con el arranque y su cúpula. En el claustro procesional, las galerías superiores. Y el claustro de la hospedería y el solarium, hogaño sala de lectura. Nos saludan Santa Eduvigis y el “Cristo atado a la columna” en sus retablos mayor y lateral. Gloria de los monjes del Císter: el manuscrito del siglo XII.