Opinión

‘Más allá de las pirámides’, del escritor irlandés Douglas Kennedy

‘Más allá de las pirámides’, del escritor irlandés Douglas Kennedy

“Se llamaba Yusuf y vendía ‘toyotas’ prácticamente a unos pasos de la Esfinge. Nos conocimos en algún punto del mar cercano a la costa de Albania, en la cubierta de un transbordador italiano que navegaba hacia un punto nororiental de África. Yusuf era un hombre de cuarenta y pocos años, barba escrupulosamente esculpida y traje ligero tostado oscuro. Con las ajustadas gafas oscuras, parecía vestido para pasar la noche en Las Vegas. Es decir, hasta que me fijé en la marca oscura que tenía en la frente. Aquella marca delataba al musulmán piadoso que se postra ante su dios cinco veces al día”, escribe Douglas Kennedy en su libro titulado Más allá de las pirámides. Viajes por el Egipto desconocido, publicado por Ediciones ‘B’, Barcelona, 1999, en la colección ‘Los libros de Siete Leguas’.

“Dedico este libro a Grace Carley”, leemos al frente de la obra. Entre los ‘Agradecimientos’ figuran varias empresas que con generosidad lo ayudaron en lo que se refiere al transporte del viaje. Asimismo al entonces embajador irlandés en Egipto, míster Eamonn Ryan, y a todo el personal de la embajada irlandesa de El Cairo. “De regreso a Irlanda, mis suegros, Frank e Irene Carley, me prestaron su casita del pueblo de Union Hall (Cork occidental) para que organizara el libro”, confiesa el autor.

Rehuyendo los destinos turísticos acostumbrados –esto es, pirámides, templos y otras ruinas de la Antigüedad–, Douglas Kennedy emprendió un itinerario “atípico” por el Egipto moderno y comenzó a hallar muy pronto “cosas inesperadas”: desde beduinos viendo la televisión en sus oasis o monjes coptos diestros en el campo de la “informática”, hasta una comunidad de pobres instalada en un cementerio de El Cairo. ¿El resultado de tal experiencia? Una insólita crónica caminando por un país colmado de incongruencia, la cual consigue echar por tierra no pocos tópicos y todas aquellas “estampas publicitarias” de pirámides y dromedarios y camellos.

Iniciando la narración con el “Prólogo: Sur”, el relato avanza con el capítulo ‘La Zona portuaria’ y ‘Las zonas militarizadas’. Más adelante, llegará ‘La gran humareda’. Después, ‘La fe de nuestros padres’. Y al fin –un conjunto de siete capítulos–, ‘Un tiempo en el río’ e ‘Insolación’.

“El nubio vestía una camiseta de los ‘Rolling Stones’ y ocultaba los ojos tras unas gafas de sol reflectoras. Era el primer espejo que veía yo en cuatro días y en los anteojos me miraba un ‘jagwaga’ que necesitaba urgentemente ducha y afeitado après-Nile”, escribe en ‘Insolación’. Douglas Kennedy despliega su agilidad descriptiva, cuando los avatares de su expedición se lo aconsejan: “¡Viento! Un frío viento negro en una fría mañana negra. Sacudía nuestra vela recogida y convertía el Nilo en una mar agitada, espumeante y picada. El sol aún tenía que hacer acto de presencia, pero Gabar no iba a esperar que iluminara claramente nuestra ruta”.

“En el antiguo Egipto, la flor de loto era una especie floral venerada, que inspiró a los arquitectos faraónicos el diseño de una popular columna decorativa: la Columna del Loto”, nos recuerda con asombro, emocionadamente.