Opinión

‘A la Gran Muñeca’, tango de Osés y Jesús Ventura

‘A la Gran Muñeca’, tango de Osés y Jesús Ventura

“No es un tango que se haya compuesto para un ‘jockey’ ni para un ‘stud’ ni para un célebre hombre público. Aunque su título se preste a cualquiera de las tres sugerencias. Andan por ahí, gallardamente, y no se pierden tarde de carreras, los aficionados veteranos que recuerdan la ‘gran muñeca’ del jinete Domingo Torterolo –antecesor de Leguisamo en la fama, coetáneo de los comienzos de éste y sobreviviente del ‘tiempo de oro’–”, leemos las sabias palabras del delicado poeta tanguero Francisco García Jiménez ante las páginas de su inmarcesible libro Así nacieron los tangos, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1980.

Si nos atenemos a la historia de la ciudad porteña, tampoco se ha echado al olvido el ‘stud’ llamado ‘Gran Muñeca’, que ostentaba tal nombre de apologética criolla en honor del apasionado ‘turfman’ que fuera el doctor Carlos Pellegrini: aquella admirada estampa física y moral del 1900, cuyo mote era ‘gran muñeca’ dentro de los volátiles episodios de la política. “Esa difícil especulación que unos llaman ciencia y otros arte”, apunta el gran Francisco García Jiménez. Evoquemos la breve y útil sentencia que nos legó el escritor del Barroco y Siglo de Oro español, el conceptista Baltasar Gracián: “Todo lo favorable, obrarlo por sí; todo lo odioso, por terceros”.

Retrocedamos a la época de la revista escénica porteña del año 1920. Siguiendo a su progenitora de España en la coordinación de los ‘cuadros’ y en la modestia de su presentación, por sorpresa aparecía algún decorado y los juegos de luces ideados por los tramoyistas. Cuando finalizaba la segunda década del siglo XX, aún no habían llegado a París ‘madame’ Rasimi y ‘monsieur’ Volterra a mostrar en la Ópera y en el Coliseo cómo el ‘Ba-Ta-Clán’ o el ‘Folies Bergére’ saben manejar el contrapunto de telones y luces, asimismo de papel y con quebradizos filamentos, para que podamos continuar creyendo en “cuentos de hadas”. Imaginemos el ya desaparecido teatro ‘Buenos Aires’ de la calle Cangallo, por donde hoy pasa la afamada avenida ‘9 de Julio’. He ahí la disciplinada compañía de Muiño y Alippi, que alternaba sainetes y revistas. Al frente de la orquesta estable, el maestro Jesús Ventura. Los músicos españoles Reynoso, Payá y Carrilero alimentaban la zarzuela ‘criolla’. Muiño y Alippi estrenaron la revista titulada A la Gran Muñeca, con libreto de un autor-periodista, Miguel F. Osés, de versátil pluma, y música de Jesús Ventura. Como argumento, el nombre de un supuesto bazar donde se sucedían ‘cuadros’ en torno a las variopintas mercaderías del local.

En la memoria aún está presente el éxito conseguido por Manolita Poli en el teatro ‘Buenos Aires’, cantando el tango Mi noche triste en el sainete Los dientes del perro. De rigor para la actriz-cancionista compusieron Osés y Ventura un tango para la rubia Manolita. Ella suavemente cantaba la nostalgia del hombre ayer amado y culpable de ingratitud: Yo te he visto pasar por la acera/ con un gesto de desolación,/ y al pasar no miraste siquiera/ que entendía tu desilusión…”. Y luego, en el refrán; “Volvé; jamás otras manos/ cual las de tu mujercita/ harán por la tardecita/ los mates que cebo yo…”. Veinticinco años después, la orquesta del gran Carlos Di Sarli expandió su merecida popularidad.