Opinión

La génesis del ‘lunfardo’ de Buenos Aires y Don José Gobello

La génesis del ‘lunfardo’ de Buenos Aires y Don José Gobello

“El diccionario de la Real Academia Española define al ‘lunfardo’ como la jerga que originariamente empleaba, en la ciudad de Buenos Aires y sus alrededores, la gente de mal vivir. La definición académica es correcta. El ‘argot’ es definido por la Academia como jerga o jerigonza; el ‘caló’ como lenguaje de los gitanos; la ‘germanía’, como jerga o manera de hablar de ladrones o rufianes, usada por ellos solos y compuesta de voces del idioma español con significación distinta de la verdadera, y de otros muchos vocablos de orígenes muy diversos. Para otros lingüistas, ‘lunfardo’, ‘argot’, ‘caló’ y ‘germanía’ son jergas, es decir, vocabularios especiales de grupos sociales diferenciados, principalmente cuando se trata de gente del hampa”, escribe Don José Gobello, quien durante tantos y tantos lustros fuera el presidente de la Academia Porteña del Lunfardo de Buenos Aires, en el hermoso cuadernillo de divulgación –espléndidamente ilustrado con dibujos, fotos y artísticos “fileteados” de la historia porteña, entre tangos y bandoneones, farolitos del barrio de San Telmo y multicolores casas del barrio de La Boca, viejas gramolas y parejas de baile– que ‘BYK’ y el ‘Club de la Artrosis’ editaron hace algunos años en Buenos Aires.
“Por lo que ahora se sabe, la palabra ‘lunfardo’ apareció por primera vez en el diario La Prensa en 1878 –agrega el egregio e inigualable Gobello–. Se trataría del gentilicio ‘lombardo’, es decir, ‘natural de Lombardía’, región de Italia, en su deformación ‘cocolichesca’ así: ‘lumbardo’. De modo que ‘lombardo’ en dialecto romanesco significa ‘ladrón’. En el antiguo ‘argot’ (cuando aún se denominaba ‘jargon’, a fines del siglo XII), ‘lombard’ significaba ‘usurero”. Es curioso que en el diccionario de la Real Academia Española, en efecto, se incluya una acepción muy significativa del vocablo ‘lombardo’: “Banco de Crédito donde se anticipa dinero sobre el valor de las manufacturas que se entregan para la venta”. Así nos ofrece una cierta explicación, por consiguiente, esa traslación de significado de “natural de Lombardía” a “usurero”, al igual que de “usurero” a “ladrón”.
Digámoslo pronto. ¿Quién fue el primero en llamar “lunfardo” al vocabulario de aquellos términos tan característicos del “habla” o “idiolecto” de Buenos Aires? Tal privilegio porteño le corresponde en buena lid al joven periodista y escribiente de la policía Benigno Baldomero Lugones. Y lo concretó en sus dos artículos publicados en el diario La Nación en marzo y en abril de 1879. Sus títulos son ‘Los beduinos urbanos’ y ‘Los caballeros de industria’. A no dudarlo, el mozo Lugones escuchó esas palabras en los labios de delincuentes y dedujo que les eran privativas. “Luis María Drago –el filólogo y polifacético Gobello nos lo recuerda– publicó en 1888 su libro Los hombres de presa, uno de cuyos capítulos se basa en los artículos de Lugones”.
Acaso no sería en vano rememorar aquel libro que en 1894 dio a la imprenta el criminalista Antonio Dellepiane: El idioma del delito, seguido de lo que llama un Diccionario Lunfardo Español con 414 entradas. Asimismo en La Nación en 1887 el costumbrista Juan A. Piaggio publicó un artículo titulado ‘Caló Porteño (Callejeando)’, en el cual nos presenta a dos “compadritos”, que no eran ladrones y que se “engrupían” –es decir, “presumían”– de no serlo. Empleaban, no obstante, entre otras, algunas palabras que, siete años después, Dellepiane daría como “voces ladroniles”, tales como “bobo”, “bullón”, “chafé”, “escariar”, “mina” o “vento”.