Opinión

Francisco García Jiménez y la génesis de los tangos

Francisco García Jiménez y la génesis de los tangos

“Cúmplenos reiterar lo que dijo quien lo firma, al darlo a la estampa primigenia en 1965. Francisco García Jiménez se propuso hacer las biografías de diversos tangos que han obtenido favor permanente a lo largo de esa historia pintoresca de la música y la canción de nuestro pueblo; música y canción que nos identifica ante cualquier otro pueblo del mundo”, escribe en sus palabras preliminares el ‘Editor’ del libro titulado Así nacieron los tangos, cuyo autor es el poeta y tangófilo Francisco García Jiménez. El volumen fue publicado por ‘Ediciones Corregidor’, 1ª edición, Serie Mayor, 1980, con portada de Cequirón y fotografía de ‘Bailes populares, circa 1930’ y fuente ‘Archivo de la Nación’.
En este ameno y documentado estudio García Jiménez describe la gestación y el estreno de un tango que, en el decorrer de los años, será célebre. Realiza la semblanza de sus autores, nos evidencia sus quehaceres e inquietudes creadoras. E igualmente revive los aspectos más coloridos de la respectiva época ciudadana y la idiosincrasia de sus gentes y costumbres. De manera breve y sencilla, su autor recurre a la suave prosodia periodística: ajena al énfasis grandilocuente pero con encendido entusiasmo. ¡65 biografías de tangos perennes! Tangos seleccionados entre otros muchos de idéntica trascendencia, sin que en la prioridad hayan predominado otras causas que las de sacar el mayor partido a los recuerdos más vívidos y las investigaciones más accesibles para el ensayista. Biografías tangueras que seducen al público fervoroso, ávido de conocer vida y milagros de sus ídolos. Ilusiones y desesperanzas, con los pies en la tierra, conduciendo el paso parejo, al mismo compás del andar natural y la emoción compartida. Porque, después de todo, mediante ese caminar y esa vibración sentimental es así cómo se baila y cómo se canta el tango perdurable.
Conocemos los entresijos del tango ‘El entrerriano’ y de Rosendo Mendizábal, sobre los postreros años del siglo XIX. Atracción de la vida nocturna y alegre. El cuadro de sórdido arrabal se va difuminando al irse ensanchando. Aquel primigenio patio térreo de la “pulpería corralera”, el “cuchillero” que baila “visteando” y la “prienda” que revolea “polleras” almidonadas, sin dejar de permanecer, están ya enaltecidos durante las etapas alcanzadas en seguida merced a una melodía que fácilmente va imantando los secretos hilos del corazón. Época para “recorrer el espinel” de esas casas del radio porteño. El pianista y los juveniles bailarines en esas “casitas” de Buenos Aires nos confiesan el ambiente de “farra” en lo de “la parda” Adelina, en lo de Concepción Amaya, en lo de “la china” Rosa y en lo de Laura y en lo de María “la vasca” y en lo de “Hansen”…
Nos adentramos en el tango ‘Don Juan’ y en el restaurante donde despachaba el sueco J. Hansen. Y en el del recreo “Belvedere” al igual que en los pintorescos locales denominados “El Tambito” y “El Quisquito”. Las glorietas de Hansen recibían a don Juan Cabello, a quien el pibe Ernesto dedica el tango de remachados compases: “Me yamo don Juan Cabeyo; / anoseteló en el cueyo…” Peleaban la “barra” y la “patota”. Las parejas, no obstante, seguirían “sacándole virutas al piso”. ¡Ángel Villoldo y “El Choclo”! Cuarteador de los “tránguays” de caballos en el barrio de Barracas, changuero y músico, tipógrafo, payaso de circo y cronista de diarios, villoldo escribió también la letra de “La Morocha”. Si no fue el creador del “tango-canción”, al menos sí su “profeta”.