Opinión

Desde el faro de A Frouxeira hasta punta Candieira

Desde el faro de A Frouxeira hasta punta Candieira

Vamos en dirección a Valdoviño. He aquí la insólita panorámica que nos ofrece el faro de A Frouxeira. Arenas de tres quilómetros que perduran hasta que las embravecidas olas o los desatados vientos las barran. Pasamos por los túneles por debajo del faro: al final de ellos sentimos el ímpetu con el que rompe el mar. ¿Cómo no daremos la razón a quienes sostienen el arriesgado trabajo que cumplen los llamados “percebeiros”? Por estos mariscadores se ruega en la romería de la ‘Virxe do Porto’ a principios del mes de julio en la cercana capilla, a tres quilómetros aproximadamente, sobre un reducido islote al cual accedemos por una angosta escalera. Pequeñita y de sencilla estructura con paredes blancas.
Entramos ahora en el espacio protegido de la laguna de A Frouxeira, abierta al mar de modo natural, en que avistamos muchas aves, sobre todo en invierno: el pato real, el correlimos, la ‘focha’ común. Si nos encaminamos al norte –por la orilla de los acantilados–, el ‘belvedere’ de O Paraño nos agasajará con una visión del otro extremo de la playa de A Frouxeira. Luego comenzamos a bajar y desembocamos en la playa de Rodo o Pantín. ¡Campeonato de ‘surf’ de Pantín cuya primera edición se remonta a 1988 con la élite mundial de este deporte! Continuamos hacia el arenal de Vilarrube, playa de serenas aguas, excelente lugar para degustar unas raciones de ‘navallas’ o de percebes en las ‘tascas’ de su contorno.
Alcanzamos Cedeira al anochecer, entre ‘lusco e fusco’, y caminamos por la zona histórica para llegar en seguida a la blanca ermita de ‘Santo Antón’: mirador que nos obsequia con el paisaje de la entrada de la ría en el inicio de la ascensión hasta el faro de punta Candieira. Acá, en la cumbre del monte Purrido, descendemos las célebres ‘diez curvas’ de la carretera en ‘forma de lazo’ en dirección a esta ‘señal marítima’ –activa desde 1954– o bien admiramos esta agreste naturaleza desde la ladera de la montaña, en tanto que alguna vez nos podemos cruzar con una cabra o un caballo en libertad. ¿Afán gastronómico? Por las Rías Altas, son generosos los menúes: “guiso de marrajo”, es decir, una clase de tiburón; o si no, “rape a la cedeiresa”, “bonito en salsa” o el “pastelón”, una variante de empanada elaborada con hojaldre, en vez de masa de pan, y rellena con “delicias” como “bonito”, bacalao con pasas o, ¿cómo no?, el apetecible congrio. ¡Ah! Y los imprescindibles percebes, sabor y olor que les otorga este bravísimo mar oceánico.
Es habitual escuchar que el nombre de la comarca de ‘A Costa da Morte’ se debe al sinnúmero de catástrofes marinas acontecidas en pasados tiempos, al igual que en los más recientes a causa de la peligrosidad de sus acantilados que se hunden en el mar, acompañados además de tempestuosos vientos. Debido a estas constantes tragedias se levantaron también “señales marítimas” modernas. Es el caso de punta Nariga, en Malpica de Bergantiños. Elevado en 1995, cuyo diseño correspondió a la autoría del arquitecto César Portela, se yergue, majestuoso, en el cabo del mismo nombre. Construido con “granito rosa de Porriño”, al mirarlo con atención descubrimos un gran barco unido en tres cuerpos que se alza por encima de los 50 metros sobre el mar. Integrado en un entorno de piedras erosionadas por el viento y el agua, simulan esculturas zoomorfas. Paisaje que se perfecciona con las ‘Illas Sisargas’ hacia el norte o el cabo Roncudo, dirección sur.