Opinión

La fachada de la Catedral, Casas Novoa, el esplendor del Barroco

“Grazas ás moitas rendas que tiña, entre as que estaban as que xeraba o voto de Santiago e que pagaban unha moi boa parte dos campesiños da coroa de Castela, o poder económico desta sede arcebispal era un das máis ricas e importantes do estado español”, señala el historiador Manuel Vilar Álvarez en su estudio titulado A Praza do Obradoiro, colección ‘Arte na Pedra’, ‘Concello’ de Santiago, Compostela, 2005.

La fachada de la Catedral, Casas Novoa, el esplendor del Barroco

“Grazas ás moitas rendas que tiña, entre as que estaban as que xeraba o voto de Santiago e que pagaban unha moi boa parte dos campesiños da coroa de Castela, o poder económico desta sede arcebispal era un das máis ricas e importantes do Estado español”, señala el historiador Manuel Vilar Álvarez en su estudio titulado A Praza do Obradoiro, colección ‘Arte na Pedra’, ‘Concello’ de Santiago, Compostela, 2005.

La nueva fachada de la Catedral compostelana, por consiguiente, tendría que ser algo similar a un ‘marco propagandístico’ que sobresaliese merced al rango de ‘Catedral apostólica’. He ahí cómo esta fachada enaltece y magnifica la entrada a un templo singular en su género. Ahora bien, ¿cuándo fue la decisión capitular a fin de poner en marcha las reformas en la fachada occidental de la Catedral? En enero de 1738 –y durante el resto del año– el arquitecto Fernando de Casas Novoa lo dedicará completamente a configurar y tratar de resolver el ansiado proyecto. Las obras, por ende, pudieron darse por finalizadas en 1750.

¿Qué intentará, pues, este novísimo proyecto? Ciertamente, integrar todos los diferentes y diversos elementos que por entonces convivían en esta fachada y que se habían ido acumulando a través del tiempo. Tales como las estructuras medievales levantadas por el ‘mestre Mateo’, las escaleras y la placita que daba fin a ellas. Fernando de Casas consiguió en verdad armonizar lo tradicional con lo moderno: un admirable nexo que configuró una de las más señeras obras del Barroco gallego y universal.

Si las observamos, las torres exhiben un diseño simétrico y regular. Para regularlo, no obstante, el arquitecto empieza por ocultar las partes más antiguas del edificio: aquellas que se hallaban en el arranque de la torre ‘das Campás’ así como de la torre ‘da Carraca’. Crea así una estructura envolvente en la cual se integra la humilde capilla de ‘A Virxe do Portal’. Estructura que se despliega en unos volúmenes escalonados y simétricos –al igual que sobriamente decorados–, los cuales sirven, al mismo tiempo, de transición con los edificios contiguos a la Catedral y con los que se ascendía hacia las zonas de ‘alturas’.

He aquí cómo estos dos cuerpos laterales van trenzados al central de la fachada por medio de una línea curva que perfectamente los integra. Por sobre estos volúmenes, además, continúa celando parte del cuerpo de las torres, superponiéndole a ésta una a modo de lienzo o arquitectura, digamos, ‘complementaria’, que imita un ‘fornelo’ donde va situada una imagen. ¡Henos ante el auténtico esplendor del arte Barroco! En el cuerpo central de la fachada comprobamos cómo el arquitecto Casas Novoa determinó crear un gran foco de luminosidad cuyo objetivo era iluminar el interior del templo. Si nos detenemos ante la fachada, veremos que el protagonista no es tanto la decoración y el movimiento de los elementos que la conforman, cuanto los grandes huecos y cierres de cristal por donde se filtra la luz. También donde se refleja el sol cuando llega el crepúsculo a la hora del atardecer...

“Isto contrastaba coa cor branca coa que estaban pintadas as estatuas e cos dourados e brillos dos símbolos metálicos que teñen”, puntualiza el historiador Manuel Vilar Álvarez.