Opinión

El director de cine y la influencia en las guerras modernas

“La producción de una película es el resultado del esfuerzo combinado de muchos técnicos y especialistas: el productor, el escritor o guionista, el director, los actores, el ‘cameraman’, el técnico de sonido y el decorador, además de otros muchos.

El director de cine y la influencia en las guerras modernas

“La producción de una película es el resultado del esfuerzo combinado de muchos técnicos y especialistas: el productor, el escritor o guionista, el director, los actores, el ‘cameraman’, el técnico de sonido y el decorador, además de otros muchos.

El guionista o escritor del ‘film’ es, desde luego, uno de los factores más fundamentales en la construcción de una película”, escribe el estudioso del cine Jesús Basañez Arrese en su obra Rodolfo Valentino. En el 25º aniversario de su muerte, Bilbao, agosto de 1951.

Preguntémonos, pues, por el cimiento básico de una película. Técnicamente hablando, es la “acción” que hace a la historia cobrar vida y permitir que el “argumento” alcance su instante dramático dentro de un marco definido, con anterioridad preparado y, a la vez, verosímil. Ahora bien, la “acción” no significa un movimiento físico sin limitaciones como el desorden y la violencia, los asesinatos y disputas entre los diversos personajes de la cinta cinematográfica. La “acción”, en efecto, nace de aquello que los personajes realizan sin perder la naturalidad. El “conflicto” podría ser definido como un combate por la decisión entre dos fuerzas opuestas, ya en uno mismo, ya en un adversario exterior.

“El director de escena de una película –nos indica Jesús Basañez– ha de tener temple de artista, ‘ojo de cámara’ para advertir inmediatamente cualquier pormenor anacrónico o inadecuado por insignificante que parezca y, sobre todo, ser un excelente psicólogo que sepa pulsar con acierto las cuerdas hipersensibles de las multitudes”. Nos hace evocar aquella magnífica figura de Cecil B. De Mille, director de directores, auténtico pilar de Hollywood. De Mille ¬–después de David W. Griffith– constituye el privilegio de ser el primer fabricante de películas del mundo. Recordemos ‘Las cruzadas’, ‘El hombre de las llanuras’ o ‘Sansón y Dalila’. Del brazo de la ‘Paramount’, De Mille tenía su casa en el barrio de Langhlin Park, de los Ángeles. A su consideración, ‘Rey de reyes’, de 1926, fue su mejor película, que fue vista por unos 600 millones de personas. En 1923 comenzó a rodar ‘Los Diez mandamientos’ con tal euforia que gastó un millón de dólares en un solo mes.

Acerca de la “utilidad” del cine en las guerras modernas, Jesús Basañez Arrese nos explica cómo leyó aquel artículo escrito durante la Segunda Guerra Mundial: “La cámara cinematográfica, maestra de milicia y fiel cronista de los combates”. Antes, incluso en la guerra mundial de 1914, el Estado Mayor norteamericano tenía que formarse la idea general –más o menos incompleta– de cada batalla y de cada movimiento importante. Estados Unidos tuvo “cinematografistas” militares en todos los teatros de la guerra. En la batalla de Midway, por ejemplo, una de las unidades adscritas a la Armada tomó la película del bombardeo aéreo del campo de aterrizaje por los japoneses. El director John Ford se expuso a graves peligros en la torre de dirección de fuego de un acorazado: fue herido en un brazo. En 1942 se filmó para los pilotos yanquis un “film” sobre los célebres aviones ‘Zeros’ japoneses. En los archivos de guerra de Estados Unidos se conservan, por ello, “cuadros vivos” de las grandes batallas.