Opinión

‘Chiloé y Galicia’, estudio de Edmundo Moure Rojas

‘Chiloé y Galicia’, estudio de Edmundo Moure Rojas

“Después de algunos viajes, a lo largo de veinte años de sueños y caminos, recibí el hallazgo de dos lugares remotos, ubicados en las antípodas de esa curiosa esfera verde azulada con la que nos representamos la inmensa y minúscula Tierra. Como dos cuadros suspendidos por el eje de la imaginación, entre los confines norte y sur de los occidentes procelosos: Atlántico y Pacífico, surgen entre las brumas de la memoria, velos que conjura la esperanza, Galicia y Chiloé, ambas comarcas nacidas en el mito de la Tierra Madre (Terra Nai), como antorchas alzadas por el afán sin pausa de la utopía personal, aquella que no tiene más prosélitos que el propio espíritu desplegado como un abanico en el diapasón de los sones amados”. Así escribe Edmundo Moure Rojas en el ‘Pórtico’ con el que abre las puertas de su libro ‘Chiloé y Galicia, confines mágicos’, editado por el ‘Grupo de Comunicación Galicia en el Mundo S.L.’, Vigo, 2009, dentro de su colección ‘Crónicas de la Emigración’.

Edmundo Moure Rojas nos recuerda cómo el poeta chilote Antonio Bórquez Solar denominó al puñado de islas que constituyen Chiloé ‘archipiélago sonoro’, pues allí las cosas poseen el don de la musicalidad: una indefinible y natural eufonía capaz de fascinar y al mismo tiempo sugerir. ¿Quién podría olvidar a Don Demófilo Pedreira Rumbo, un viejo gallego que un buen día halló en Chiloé su segunda patria? Estas tierras fueron bautizadas hace ya más de cuatro siglos, en 1567, por Martín Ruiz de Gamboa, como ‘Nueva Galicia’, en memoria de su suegro, Rodrigo de Quiroga, a la sazón Gobernador en el Reino de Chile, que era gallego. Y su capital fue nombrada Santiago de Castro, la más austral de las villas bajo la advocación del Apóstol. Clima y paisajes, personas y costumbres, lenguaje y anímicas creencias que muestras no escasos paralelismos con la dulzura y melodía rosaliana en Galicia.

Tras el ‘limiar’ recorremos los trece capítulos del libro de Edmundo Moure Rojas. Viajamos a través de ‘entre confines’ y ‘la vigencia del mito’. Nos elevamos a la “historia y mitología en la ‘Nueva Galicia’”. Convivimos con las ‘matrias’ y aprendemos a conocer “el trabajo como expresión comunitaria”. Luego asimilamos la “religiosidad popular de Galicia” y “la religiosidad popular en el Chiloé cristiano”. Consideramos los “entes míticos en Chiloé”. Finalmente, curioseamos las páginas de ‘lenguas y sones’ y de los ‘refraneros’, de la ‘brujería’ y los ‘diálogos Caleños’. Moure Rojas confiesa su respeto y conocimiento  -en el apartado final de ‘Bibliografía básica’- ante las obras de Rof Carballo y sus estudios de psicología y sociología. Asimismo se percibe la consulta de las fundamentales monografías escritas por Renato Cárdenas y Catherine Hall, sobre todo del “pensamiento mágico y la creencia popular”.

Si repasamos la historia y geografía, hemos de recordar que el primer testimonio descriptivo de Chiloé fue escrito por el Padre Fray Pedro González de Agüeros, en 1971, sacerdote franciscano, nacido en Ávila, Castilla la Vieja. “No sirve escribir sobre la arena, porque se pierde la memoria”, escribió Renato Cárdenas con Catherine Hall. “Los mapuches de Chiloé –los veliche- creían en grandes fuerzas de la Naturaleza, como Ngenechén, el Dios del Universo –continuaban-. Ngenemapún, el de la tierra, y Pillán, que se expresaba a través de los volcanes”. Chiloé o Chilhué, cuyo significado toponímico es “lugar de gaviotas”.