Opinión

‘O Castro de Vigo’, el origen de la ciudad

‘O Castro de Vigo’, el origen de la ciudad

Decir ‘O Castro de Vigo’ es indicar el origen de la ciudad. Perteneciente al Museo ‘Quiñones de León’ en el ‘Pazo de Castrelos’ de la Ciudad del Olivo, se encuentra este tesoro espiritual y arqueológico, imprescindible para el estudio histórico y etnográfico de esta geografía de Galicia. Tales restos son sólo una mínima parte del oppidum de Vigo: un gran ‘castro’ que ocuparía una buena parte del monte sobre el que se emplaza. Si bien no conocemos su extensión, sí sabemos que los restos ‘musealizados’ son, en efecto, muy poco, tal vez una parte secundaria, de lo que sería el poblado. Los datos en su actualidad nos señalan que fue habitado, cuando menos, entre el siglo III a. C. y el siglo III d. C. Se trata de una época en que sus habitantes empiezan a trasladarse al Vicus, nueva población que está brotando a la orilla del mar.
Acaso nos parezca un poblado corriente; pero el ‘castro’ de Vigo es un oppidum, esto es, un asentamiento de considerable tamaño, con numerosos habitantes así como con una función sustancial dentro de su territorio. En el área excavada se han identificado tres fases constructivas que se muestran en un plano para los visitantes. De la primera fase apenas conservamos evidencias, probablemente por la superposición de las ulteriores construcciones. El espacio –ya en el interior del poblado– se planifica de antemano y aparece intensamente ocupado. Las viviendas se agrupan en pequeños conjuntos de estancias y almacenes o talleres que comparten un espacio abierto o patio común, propio de cada familia. Hacia el sur, he ahí una compleja red de canales que podrían ser de la primera fase, inclusive anteriores. El conjunto se compone de un canal inicial ancho y poco profundo que discurre en sentido de la pendiente del ‘castro’. Y a éste lo corta un segundo canal transversal, más angosto y hondo. Las canalizaciones ocupan una superficie destacada del área excavada y se disponen en una zona en la cual, inicialmente, no existían viviendas. Por ellas circulaba agua que se decantaba y almacenaba en diversos puntos. Todo ello nos señala, por tanto, alguna actividad manufacturera, como curtido o tratamiento del fibras vegetales, minerales o salazones.
Puesto que la vida de las personas se descubre mediante sus ‘objetos’, los hallazgos del ‘castro’ nos revelan parte de la vida en el poblado y nos relacionan con las personas que los usaron, evocándonos su remotísimo pretérito. Es preciso significar que las construcciones originales armonizan con las ‘réplicas’. Fundamentándonos en la información proporcionada por el yacimiento arqueológico al igual que por otros ‘castros’ similares, se han reproducido acá tres edificaciones que con claridad ilustran un ‘momento inicial’ de la ‘ocupación romana’. Ante las ‘réplicas’ –levantadas hasta el tejado– los muros originales semejaran pequeños, insignificantes casi. No obstante, son éstos los que tienen auténtico ‘sentido humano’. Porque son aquellos que construyeron sus habitantes hace unos 2.000 años, a fin de vivir con sus familias. He aquí todos estos documentos de incalculable valor arqueológico con el propósito de ‘aprehender’ el período histórico de la ‘Hispania’ romana en la Península Ibérica. Entramos, observamos las ‘réplicas’ de las construcciones, leemos las ‘mesas interpretativas’ y deleitosamente contemplamos la ‘maqueta’ del poblado del vetusto Vicus, otrora Vicus spacorum de la época fenicia.