Opinión

Sobre la libertad

Un periodista inglés sigue enfundado en una batalla comenzada hace tiempo, para impedir que la madre Teresa de Calcuta llegue a los altares.

Un periodista inglés sigue enfundado en una batalla comenzada hace tiempo, para impedir que la madre Teresa de Calcuta llegue a los altares.
El hombre se llama Christopher Hitchens y se ha hecho de un nombre con sus fieros ataques a los ricos y poderosos. Pero ahora su dardo es contra aquella diminuta monjita con la cara curtida y llena de arrugas, que pasó por la vida incansable a pesar de la edad y su pobre salud, y se ha convertido en la última imagen de santidad del siglo pasado. Una de las figuras más reverenciadas de la Iglesia católica, una inspiración en este mundo materialista, a la que hasta agnóstico y ateos terminaron admirándola por su compromiso con los más pobres.
Hitchens es uno de los pocos que han tenido “el mal gusto” de cuestionar el mito, pues el trabajo de la monja, sostiene, no es más que el “matrimonio profano entre el bombardeo publicitario de los medios de comunicación y la superstición medieval”.
Teresa de Calcuta, según él, “nunca o muy pocas veces estuvo en Calcuta cuidando de los enfermos, sino viajando alrededor del mundo y dejando que su celebridad fuera explotada por déspotas y ladrones deseosos de bañarse en su brillo sagrado”.
Pero no solamente la gente humilde se reveló contra aquel informe periodístico, sino que un importante columnista del diario inglés ‘The Times’, dijo: “Este odio a la virtud y este deseo de denigrar a una mujer que es sagrada y santa es un reflejo de la maldad existente en el mundo actual”.
Christopher Hitchens también reprochó a la religiosa el haberse asociado a opresores de todo el mundo y a capitalista de dudosa reputación. En 1980, Baby Doc Duvalier la condecoró con la versión haitiana de la Legión de Honor. Teresa de Calcuta recibió el premio invocando el “Gran Amor” que exista entre la familia Duvalier y los pobres de la isla: “Una bella lección para mí”, dijo. De Ronald Reagan recibió la Medalla de la Libertad, de las mismas manos, dice el autor, que financiaba los escuadrones de la muerte en Centroamérica. Apareció en Albania, el país en que había nacido en 1928, para alabar el trabajo de Ever Hoxha, en cuya tumba depositó flores.
En palabras de Hitchens, la religiosa reza por los muertos, pero hace poco para aliviar a los vivos. Recolecta un montón de dinero, pero no crea hospitales. Rescata a los moribundos antes de que vayan a la próxima vida, pero nunca se ha planteado como atajar las causas de la pobreza.