Opinión

De Egipto a Paraguay

La semana pasada se comentaba en esta columna sobre la presunta existencia de una especie de ‘Directorio global’ encargado de dirigir bajo cuerda los acontecimientos en el mundo. Obviamente, es una metáfora fundamentada por la persistencia de poderosos grupos insertados en los grandes centros de decisión a nivel mundial, orientados a remodelar la política internacional ante la actual estela de cambios.

La semana pasada se comentaba en esta columna sobre la presunta existencia de una especie de ‘Directorio global’ encargado de dirigir bajo cuerda los acontecimientos en el mundo. Obviamente, es una metáfora fundamentada por la persistencia de poderosos grupos insertados en los grandes centros de decisión a nivel mundial, orientados a remodelar la política internacional ante la actual estela de cambios.
Llama la atención este hecho ante lo sucedido en Grecia y Egipto, que vuelve a retomar actualidad con los recientes sucesos en Paraguay. Lo de Grecia es una intervención clara de una ‘troika’ que busca tutelar un país periférico de la UE, con graves desajustes macroeconómicos y socioeconómicos.
Lo de Egipto es geopolíticamente clave porque se refiere a la periferia mediterránea y árabe europea, un país con enorme peso político, económico y militar a nivel regional y baluarte esencial de la Primavera árabe que explotó, para sorpresa de todos, el año pasado. La caída de la cleptocracia faraónica de Mubarak ha dado paso a un prolongado e incierto proceso electoral que la semana pasada certificó la victoria del islamista Mohammed Morsi, candidato de la hasta ahora proscrita Hermandad Musulmana, como el primer presidente egipcio en ser elegido democráticamente.
Este hecho sería de celebrar si no fuera por el velado “golpe de Estado encubierto” escenificado días antes por las elites del poder y las Fuerzas Armadas herederas del régimen de Mubarak. Desconocer unas elecciones legislativas que le dieron a la Hermandad Musulmana la mayoría parlamentaria días antes de conocerse quién sería el nuevo presidente (obviamente reconociendo la victoria de Morsi), así como el decreto que limitaba las funciones presidenciales, es un marcado golpe de Estado de las elites destinadas a tutelar y controlar la futura presidencia islamista en El Cairo.
Un Egipto gobernado por un partido islamista “moderado” por años ilegalizado y perseguido por el régimen de Mubarak y los militares, supone un golpe tectónico clave dentro en la actual geometría del poder en Oriente Próximo, en especial en las estratégicas relaciones con Israel. Egipto fue en 1978 el primer país árabe en reconocer al Estado de Israel, gracias a los Acuerdos de Camp David durante la presidencia de Jimmy Carter en la Casa Blanca.
No muy lejano es el análisis de lo recientemente sucedido en Paraguay, con el anuncio del Senado de juicio político contra el ahora expresidente Fernando Lugo, eligiendo a Federico Franco como el nuevo mandatario. La incertidumbre política se incrementa dentro y fuera de Paraguay: numerosas manifestaciones y protestas en la capital Asunción contra la destitución “legal” de Lugo mientras que, a nivel regional así como dentro de la UNASUR, se anunció inmediatamente que no se reconocería el “golpe de Estado constitucional” en Paraguay contra Lugo.
Salvando las distancias, no deja de ser tangencialmente similar lo sucedido en Paraguay con Lugo con el reciente “golpe posmoderno” escenificado en Honduras contra el expresidente Manuel Zelaya en 2009. Si bien en Paraguay no hubo acción militar como sí sucedió en Honduras, al mismo tiempo que Lugo se apresuró a aceptar su destitución, los factores y las claves no dejan de ser similares.
Lugo llegó a la presidencia en 2008 con un movimiento progresista formado por diversos partidos y plataformas entre las que, curiosamente, se insertaron los liberales y radicales que la semana pasada le asestaron el golpe “legal” en el Senado. Los vientos de cambio los trazó Lugo al romper con la hegemonía del conservador Partido Colorado que durante décadas gobernó en Paraguay, en tiempos de la dictadura militar de Alfredo Ströessner y durante la transición de 1989. Mientras, su propuesta de Reforma Agraria chocaba directamente con los intereses de unas oligarquías terratenientes que, finalmente, no dudaron en responsabilizar a Lugo de una matanza contra campesinos ocurrida la semana anterior, en sucesos absolutamente bizarros cuyas responsabilidades parecen ser mucho más variadas.
Por ello, las elites paraguayas no han dudado en colocar en la presidencia al exvicepresidente Franco, primero aliado y luego radical opositor a Lugo, para mantener sus intereses y suspender la reforma agraria y los cambios progresistas que impulsaba Lugo.
Mientras, la legitimidad del gobierno de facto de Franco es ampliamente cuestionada a nivel regional, una situación igualmente similar a la ocurrida con el ‘decretazo’ de Pedro Carmona Estanga en Venezuela el 12 de abril de 2002, tras los sucesos que llevaron al surrealista golpe contra Hugo Chávez. Las elites, cuando ven amenazados sus intereses, no dudan en reaccionar. Pero los “golpes de Estado posmodernos” se revisten de procedimientos legales y constitucionales de dudosa procedencia. Y mientras, en una Europa absorta por la Eurocopa de fútbol, el gobierno español acaba de solicitar formalmente el rescate financiero a Bruselas.