Opinión

Aldea global

Las computadoras han terminado convirtiéndose en los ojos que tú no ves o en el Hermano Mayor citado por George Orwell.
Todas las mañanas con mi vieja y usada Sunshine, como si fuera un compañero de viaje de mirada nublada, pero profunda, recorro de su mano el mundo extraño, pero maravilloso como el de ‘Alicia en el País de las Maravillas’, los senderos y campos donde en lugar de árboles, ríos, tierra húmeda, hierba suave, bucólicos pueblecitos, afilados acantilados y apacibles playas, tengo ante mí una fibra óptica por donde corre la sangre del World Wide Web (www) la cual penetra en esa tela de araña de la información que nos lleva a navegar, como un Simbad el marino cualquiera, por la aldea global, es decir, Internet.
Algunos, como el joven grumete Jim, que de huérfano desvalido pasa a convertirse en hombre en ‘La isla del tesoro’ de Robert L. Stevenson, descubren un arcón dentro de la computadora donde hay un mapa que los habrá de colocar en el misterioso mundo cibernético donde se encuentran, como en ‘El Aleph’ de Jorge Luis Borges, los secretos inmortales de la humanidad.
Alguien recordó, ante el hecho consumado, el guión cinematográfico de la película ‘Juegos de guerra’ en la cual un niño burla con su computadora todo el sistema de seguridad estadounidense como si de un entretenimiento escolar se tratara, y fue tan perfecto que hasta el propio subsecretario de Defensa por esa fecha, dijo haber sido “el ataque más organizado y sistemático que hemos padecido”, añadiendo que el blanco del “pirata” o “hacker” habían sido 11 computadoras pertenecientes a las tres fuerzas armadas: el ejército, la marina y la fuerza aérea.
Hacerlo es fácil, todo lo que se necesita es un PC, un módem y una línea de teléfono. Con esos tres elementos, más unos conocimientos básicos de informática, toda persona decidida está en condiciones de ingresar ilegalmente en las redes de computación de cualquier organismo privado o gubernamental y obtener de allí datos de todo tipo.
Los expertos vienen advirtiendo que existían distintas maneras, y algunas muy sencillas, de penetrar las computadoras e interferirlas, por lo cual es necesario crear nuevos sistemas de seguridad para salvar las redes de los actuales piratas modernos.
Hay la posibilidad real y no fantasiosa, de que alguien, con los suficientes conocimientos dentro de la aldea global cibernética de Mc Luhan, manejado por un comando terrorista, se introduzca en las redes de defensa de alguna nación con arsenal atómico y ‘ordene’ un ataque catastrófico.