Opinión

Xosé Neira Vilas, bueno, generoso y perdurable

Xosé Neira Vilas, bueno, generoso y perdurable

Uno de los primeros libros galegos que leímos en la casa petrucial de La Cisterna, Chile, fue Memorias dun neno labrego, cuya primera edición data de 1961, dedicado, amorosamente por su autor a “A todos os nenos e a todas as nenas que falan galego”, revelando aquella intención esencial de su larga y prolífica vida literaria: preservar y extender el uso de la lengua gallega, a partir de los niños que la maman como su primera leche vocal. Me parece hoy escuchar la voz de mi padre gallego, nacido al sur de Lugo, cuando abría las páginas de aquella breve novela, adquirida en Buenos Aires, para instruirnos de su contenido: Este libro trata dun rapaz chamado Balbino. O neno é labrego e ten unha familia moi pobre, pero esto non lle impedirá que lle sucedan moitas aventuras que plasmará nun caderno. É un neno aventurero e vergonzoso, moi pícaro e valente. Pensa moito no mundo e o reflexa nos episodios na súa vida como labrego… 
Y venía luego la morosa lectura de las peripecias de Balbino, con las imprescindibles moralejas que íbamos desgranando sobre aquella mesa donde jamás hubo menos de una docena de ávidos comensales, alertas al pan y a la palabra. Era aquella una de las mejores anclas en el mar de la memoria de la tribu, que mi padre afianzaba en las amadas e inigualables palabras de su tierra natal.
A los ochenta y siete años de edad ha partido Neira Vilas, a ese paraíso ventureiro que se asemella a Galicia, como vislumbraba Alfonso Castelao, autor del otro libro señero de nuestra infancia, Os dous de sempre, que podemos muy bien hermanar con Memorias dun neno labrego, dos cuerdas sonoras para la melodía incomparable de la lengua de Rosalía.
Buena parte de su existencia, como sabemos, la vivió Xosé Neira Vilas en Cuba, como tantos gallegos, como Manuel Curros Enríquez y otros ilustres o esforzados hijos de Breogán. Siempre con el espíritu y la mirada puestos en su Galicia, vinculando, de manera persistente y fundacional, aquellos confines, lo que es propio de los gallegos de la diáspora y constituye un prurito vital que heredamos de nuestros antepasados, de esos antergos que un día se embarcaron, con su maleta de cartón y un fardel de sueños que harían fructificar hasta en las comarcas más australes del mundo, como es el caso de nuestro Chiloé, la Nueva Galicia… 
Memorias dun neno labrego fue también un libro básico durante los once años que impartimos clases de Lingua e Cultura Galegas, en la Universidad de Santiago de Chile (1999-2009), y a menudo dábamos noticia de nuevos textos y crónicas de Xosé Neira Vilas, uno de nuestros preferidos, sin duda, por su enraizamiento existencial y amoroso con nuestra Iberoamérica.
Tuve el honor y el placer de compartir con Xosé Neira Vilas, en mayo de 2008, con ocasión de presentar en Sada el libro La Feria del Mundo, escolma de crónicas de Ramón Suárez Picallo, articulado por la historiadora chilena Carmen Norambuena y este humilde cronista, editado por el Consello da Cultura Galega. Allí estuve con tres grandes de la cultura gallega, que firmaron uno de los ejemplares que conservo como un tesoro: Avelino Pousa Antelo, Isaac Díaz Pardo y Xosé Neira Vilas, los tres ahora en el Parnaso da Nosa Lingua, falando de vagar en alguna tasca del paraíso gallego...
Parabéns para Xosé Neira Vilas, bo, xeneroso e perdurábel.