Opinión

Wikileaks

No piense, lector, que voy a despedir el año sin hacer una mención al fenómeno mediático Wikileaks, sobre todo para negar la importancia que se le está dando, como si no supiéramos nada hasta estas filtraciones de cuchicheos entre diplomáticos de EEUU.
No piense, lector, que voy a despedir el año sin hacer una mención al fenómeno mediático Wikileaks, sobre todo para negar la importancia que se le está dando, como si no supiéramos nada hasta estas filtraciones de cuchicheos entre diplomáticos de EEUU. Hay que decir, de entrada, que no hace falta ninguna filtración para saber que los grandes poderes de Estados Unidos invaden países, torturan, matan y extorsionan económicamente a otros pueblos o a empresas extranjeras. Wikileaks es un medio desactivado y descafeinado desde que su fundador, para sobrevivir literalmente, decidió pactar con los malos y dar la información a los periódicos más próximos al poder, que a su vez han pactado con Estados Unidos qué es lo que se debe decir. No hace falta ser periodista para entender que ya no hay noticia, caramba. En España es precisamente el Grupo Prisa –que publica los cables a través de El País– el imperio mediático que más ha hecho por expandir el imperialismo financiero y el ultraliberalismo económico, más incluso que la derechona de siempre. Curiosamente, al cabo de unos días de leer las noticias ‘secretas’, acaban más manchados los enemigos de EEUU que el propio imperio. Además, si ese país fue capaz de tener a un analfabeto funcional de presidente como Bush en la presidencia, qué nivel de análisis le vamos a presuponer a un embajador de provincias y a sus cotilleos. Lo importante es lo que hacen los que colocaron a Bush, que han vuelto a ganar la partida. Por los pelos.