Opinión

Cuatro visiones de mujer en La Habana

Viajeras a La Habana es un hermoso libro cuyo texto pertenece a Isabel Segura Soriano en alegre compañía de las fotografías de Pilar Aymerich. La obra, bajo el sello de Editorial Meteora, Barcelona, febrero de 2008, ha sido editada con la ayuda del Instituto de la Mujer, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Un precedente de este libro –como explica Isabel Segura en su ‘Introducción’– se encuentra en Viajeras al Caribe de Nara Araujo.
Cuatro visiones de mujer en La Habana
Viajeras a La Habana es un hermoso libro cuyo texto pertenece a Isabel Segura Soriano en alegre compañía de las fotografías de Pilar Aymerich. La obra, bajo el sello de Editorial Meteora, Barcelona, febrero de 2008, ha sido editada con la ayuda del Instituto de la Mujer, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. Un precedente de este libro –como explica Isabel Segura en su ‘Introducción’– se encuentra en Viajeras al Caribe de Nara Araujo. En nuestra singular oportunidad se siguen los rastros de cuatro mujeres que allá residieron, impartieron conferencias o cursos, visitaron los ámbitos amados que les invitaron para sus creaciones. He aquí las personales visiones y sensaciones de la infanta Eulalia de Borbón, Zenobia Camprubí, María Zambrano y María Teresa León: por escrito ellas nos legaron algunas páginas, parte de sus itinerarios por la espléndida ciudad, bajo el molde de memorias, autobiografías, cartas o ensayos.
La infanta Eulalia de Borbón se convirtió en la primera representante de la Corona española que visitó la isla en la época de la colonia. Fue en 1893. Merced a las cartas que escribiera a su madre, la reina Isabel II, al igual que en sus Memorias de doña Eulalia de Borbón, nos otorga una perspectiva alejada de lo puramente convencional acerca de su recorrido oficial en la isla de Cuba. La filósofa María Zambrano estuvo en La Habana durante las décadas de 1930, 1940 y 1950, con una aportación en el aspecto cultural cubano. Como ejemplo, su trabajo Cuba Secreta y otros ensayos. En cuanto a la escritora María Teresa León –quien viajó a La Habana con su esposo Rafael Alberti a comienzos de la década de 1930– es preciso decir que vivió la dictadura de Batista y retornó, después de veinticinco años, en los inicios de la revolución castrista. Mediante los textos de su obra Memoria de la melancolía así como de la primera parte de su novela Contra viento y marea podemos imaginar y seguir sus pasos por la geografía urbana de la noble pasión de La Habana.
Acerca del castillo del Morro –con un enorme valor estratégico en la época de la colonia, hoy símbolo de la ciudad– escribe la infante Eulalia de Borbón: “Le dan un aspecto de una gran máquina de guerra, de un coloso puesto de centinela para guardar la ciudad”. Desde el Patio de los Capitanes Generales, en la actualidad Museo de la Ciudad, “instalada en el hermoso palacio del Gobierno General, situado en la Plaza de Armas, te escribo…”. Columnas del paisaje habanero en el Barrio del Cerro. Tórrido calor y las bañeras de mármol. La Quinta de los Molinos y los bailes: “Sí, sí, echaré de menos las largas avenidas de palmeras, de mangos y naranjos; los jardines magníficos”.
Zenobia Camprubí, esposa del poeta Juan Ramón Jiménez, escribe: “Hoy hace veintiún años que nos casamos, estamos de nuevo en este lado del mar, pero tan lejos de casa”. El Malecón. El Barrio del Vedado. La Plaza e Iglesia de San Francisco. Calle de Guanabacoa y las casas del Barrio de Víbora. María Zambrano señala: “Me alegra ver de nuevo La Habana, no sé por qué la quiero”. Casas modernistas en la calle Reina. Paseo por el cementerio de Colón. María Teresa León evoca el Castillo del Príncipe, el aliento cubano, la finca el Vigía de Hemingway: “Hoy tengo superpuestas dos Cubas diferentes: una, desdibujada y triste, otra ardiente”.