Opinión

Un viejo fantasma

El pan de cada día llegará a cada bocaporque hemos venido a sembrarlono para un hombre sino para todos...Pablo NerudaNos vienen enseñando, desde hace medio siglo, que somos un país de escasa población para tan inmenso territorio. Chile tiene 4.800 kilómetros de longitud y una superficie que bordea los 800.000 kilómetros cuadrados (la Península Ibérica alcanza los 600.000).
El pan de cada día llegará a cada boca
porque hemos venido a sembrarlo
no para un hombre sino para todos...

Pablo Neruda

Nos vienen enseñando, desde hace medio siglo, que somos un país de escasa población para tan inmenso territorio. Chile tiene 4.800 kilómetros de longitud y una superficie que bordea los 800.000 kilómetros cuadrados (la Península Ibérica alcanza los 600.000). Según el último censo, somos poco más de dieciséis millones de seres humanos. La población “ideal”, según índices de desarrollo sustentable, debiera ser más del doble... Hasta aquí las reflexiones demográficas.
Ocurre que tenemos hoy un 10% de cesantes –en paro, como dicen los españoles–, cifra que es normal para los presupuestos del capitalismo salvaje, que necesita mano de obra barata. Pero hoy la amenaza real de la crisis en marcha augura un aumento alarmante de desocupación. Peor situación se aprecia en Estados Unidos, en España y en el resto de Europa. El sistema económico-financiero mundial cruje y hace agua por los cuatro costados; esto no es nuevo, sus crisis presentan matemática periodicidad, desde los inicios de su implantación en la mayor parte del orbe, hace ya tres siglos, cuando los ingleses inician la producción industrial en serie.
Lo curioso es que la inmensa mayoría de los medios de comunicación y de los especialistas al servicio del actual régimen socioeconómico no pronuncian la palabra “fracaso”, y siguen hablando de futuros “desarrollos sustentables” y de pautas de crecimiento productivo que no se cumplen; que, en el mejor de los casos, provocan el enriquecimiento de sectores minoritarios, con la promesa de que algún día llegarán tiempos de bonanza para los desposeídos de la tierra, las migajas que caen de la mesa... No obstante, conspicuos políticos, defensores de este sistema de expoliación inmisericorde, hablan sin tapujos del “fracaso del socialismo”. Uno de ellos, que estuvo hace un mes en Chile, es don José María Aznar, cuando se reunió con el candidato presidencial Sebastián Piñera, uno de los diez empresarios más ricos de la patria de Neruda, quien promete una era de bienestar, bajo su gobierno, a sus conciudadanos, más allá de cualquier crisis internacional. Don José María ofreció una “clase magistral” de política contemporánea, a los principales capitalistas chilenos, concluyendo, lúcidamente, que “el socialismo ha fracasado en el mundo”... Recibió aplausos y felicitaciones de sus pares de la Derecha, hermandad que es internacionalista mucho antes de los inicios del socialismo y que obedece a una sola bandera.
En 1983 vivimos en Chile la “crisis asiática”. La cesantía alcanzó al 30% de la población activa. Pinochet –dictador admirado por Piñera y Aznar– recurrió a las arcas fiscales, es decir, al abominable “Estado interventor”, y entregó a la banca privada, en quiebra virtual, la enorme suma de sesenta mil millones de dólares, más de un tercio del Producto Interno Bruto de la Nación. No en balde, el sanguinario dictador, proclamaba: “Hay que proteger a los ricos; son los que dan trabajo”. Pues bien, la banca y las grandes empresas –nacionales y transnacionales– obtuvieron pingües ganancias en las últimas dos décadas, sin que se traspasara parte de tales beneficios a los trabajadores, al punto de que, durante los cuatro gobiernos de la llamada Concertación por la Democracia, supuestamente de inspiración “socialista”, la redistribución del ingreso fue inferior en porcentaje a la tasa estimada para el período de la dictadura militar.
Y en esto podemos coincidir con Aznar: efectivamente, los socialistas que administran desde el Estado los negocios de las grandes corporaciones globalizadas, han fracasado rotundamente, aquí y allá. Los trabajadores, algún día, les pasarán la cuenta por sus felonías y su flagrante traición ideológica.
Ahora comenzamos a vivir los efectos de la nueva crisis, que será peor que la de 1929 y las posteriores, según los oráculos de estos analistas que leen y promueven los gestores de la derecha universal. Los empresarios acuden, una y otra vez, a su arma predilecta: el fantasma del paro, el espectro de la falta de trabajo. Ya comenzaron a lanzar gente a la calle y amenazan con una interminable cadena de despidos. Algunos recurren al cínico expediente de disminuir salarios, con la repetida argucia: “Ganarás menos, pero conservarás tu puesto”. Ellos, no obstante, no reducirán sus propios ingresos ni disminuirán su estatus, salvo –claro– quienes perdieron sus haberes en las bolsas de valores, merced a la desenfrenada especulación financiera que el sistema alienta, desde esa feroz filosofía que lo nutre: la codicia.
No creo que los ideales del socialismo hayan fracasado. Es más, si la justicia social y la solidaridad siguen preteridas por los insaciables de siempre, no alcanzaremos jamás el sueño de un mundo más humano... Quizá por eso el poeta Omar Kahyam escribió: “No hablemos del Hombre, porque aún no ha llegado a esta Tierra”.