Opinión

Vieiros de la diáspora

“…En el principio fue la inmigración...”Antonio Pérez-PradoEn mi reciente visita a Buenos Aires fui objeto de regalos –siempre bien recibidos–: libros… Hernán Díaz –amigo de afanes y compañero en la recuperación del legado periodístico de Ramón Suárez Picallo, asimismo del ‘Archivo Republicano’, que Paco Lores, vehemente y entusiasta, desplegara como un
Vieiros de la diáspora
“…En el principio fue la inmigración...”
Antonio Pérez-Prado

En mi reciente visita a Buenos Aires fui objeto de regalos –siempre bien recibidos–: libros… Hernán Díaz –amigo de afanes y compañero en la recuperación del legado periodístico de Ramón Suárez Picallo, asimismo del ‘Archivo Republicano’, que Paco Lores, vehemente y entusiasta, desplegara como un tesoro– me obsequió su obra ‘Historia de la Federación de Sociedades Gallegas; Identidades políticas y prácticas militantes’, entidad nacida en 1921, que “durante varias décadas fue el principal referente político, no sólo para la comunidad emigrada –actuando como un ámbito de definición ideológica de cara a la patria de origen– sino también para la propia Galicia, ya que sus dirigentes influían con sus textos, sus ideas y su presencia en la evolución de las corrientes nacionalistas y de izquierda, en lucha contra las dictaduras y el atraso social y económico gallego…”.
Ruy Farías, profesor, prestigioso investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de Santiago de Compostela, amigo también de búsquedas y proyectos compartidos en Santiago de Chile –junto a Andrés Suárez–, me entregó ‘Buenos Aires Gallega; Inmigración, pasado y presente’, notable compilación de textos sobre el fenómeno migratorio en la Argentina y sus variados aspectos y caminos de acción y desarrollo (vieiros)… Connotados investigadores entregan estudios de primer orden, a los que esperamos referirnos en futuros artículos… Apunta el compilador: “La misma enumeración de los temas abordados da cuenta de la enormidad de la tarea. Esta compilación no pretende ser un repaso exhaustivo del estado actual de nuestros conocimientos, de todo lo que ha supuesto o supone la inmigración gallega en Buenos Aires… Más bien, lo que pretendemos es contribuir a que los resultados de múltiples investigaciones y reflexiones, hasta ahora dispersas o inéditas, salgan a la luz y a que lo hagan fuera del ámbito de la academia… Porque es evidente la necesidad de trabajar por una mayor difusión de la cultura y la identidad gallega, justo lo contrario a lo que hacen quienes optan por restringir ámbitos que, habiendo sido creados para ello, son ahora cerrados… La celebración de las Jornadas ‘Buenos Aires Gallega’ y la publicación de este libro coinciden en el presente año (2007) con dos felices acontecimientos: el primer centenario del Centro Gallego de Buenos Aires, orgullo de la colectividad en América, y la primera reedición del clásico Los Gallegos y Buenos Aires, de Antonio Pérez-Prado…”.
Y el primero de los libros que recibí en la Federación, de manos del activísimo compañeiro Paco Lores, fue el extraordinario texto de Antonio Pérez-Prado, que confieso no haber leído antes (pecado de omisión) y cuya lectura, en días tórridos de este verano 2008, me ha conmovido y deleitado, a través de su prosa fina, culta, plena de exquisito humor galaico, honda y reflexiva; un libro –puedo decir– que “me ha leído de punta a cabo”, removiendo todas mis inquietudes de hijo de la diáspora y proyectándolas a ese “deber ser”, o más bien “tener que hacer”, que tan difícil se nos torna a los galleguistas de segunda generación, sea porque nos estrellamos con la indiferencia burocrática de los funcionarios del poder en la Galiza Atlántica, o con la inadvertencia (por no decir, ignorancia) y el desinterés abúlico, digno de badocos y nuevorricos, que nuestros propios paisanos en la América del Sur exhiben respecto a la herencia de la lengua y la cultura que aquellos modestos inmigrantes trajeron, en humildes bártulos, para espallarla en tierras australes… Es un resabio del complejo de inferioridad, insuflado en la vieja Galiza durante cinco siglos de feroz dominación cultural, y el gesto inconsciente de ese patético “auto-odio” con que tantos gallegos se niegan a sí mismos.  
El diagnóstico del ‘Gran Antonio’ –le bautizo así desde este Santiago del Nuevo Extremo– es acertadísimo, como lúcidas y apropiadas son las reflexiones de Hernán Díaz, de Ruy Farías, de Pilar Cagiao; de María Xosé Porteiro, la pujante delegada de la Xunta en Argentina, y de otros intelectuales e investigadores que abordan estos vieiros identitarios para devolvernos la esperanza frente al fantasma –¡ay!, no tan irreal (Alonso Montero dixit)– de la posible extinción de nuestra cultura gallega en medio de la vorágine uniformadora y mostrenca de la “aldea global” que preconiza un imperio absolutamente ajeno a nuestra esencia etno-socio-cultural, y al que la España “unificadora” presta peligroso y aquiescente apoyo en aventuras bélicas internacionales… Por desgracia, en aras de un “españolismo” trasnochado de castellanistas imperiales –rémora del más retardatario franquismo, donde se funden orines “progres”, monárquicos y clericales–, se lleva a cabo, por hijos, nietos y biznietos de Galicia, una virtual política de olvido y desprecio de nuestros orígenes, con el expediente de dudosa “modernidad”, cuyos propulsores se refocilan –ya lo dijimos– en las heces de la farándula y el hedonismo en vitrina globalizada, de espaldas a esas raíces que constituyen nuestro patrimonio vivo.
Estos vieiros, recorridos por compañeros de ruta, que desbrozan con decisión nobles “hortelanos de la cultura”, trabajando, especialmente, desde el corazón de la Quinta Provincia, airean nuestra motivación y abonan el terreno de una siembra que hemos hecho vocación de vida, galleguismo militante, pulso de acciones enriquecedoras abiertas a todos los soplos de la Rosa de los Vientos, porque el espíritu gallego, desde la “pequeña y dulce patria”: Tierra y Lengua, es universal e inajenable, como bien nos lo enseñara Alfonso Castelao.  
Para finalizar, en palabras de Antonio Pérez-Prado: “¿No estará el remedio, para nosotros, en convertirnos en emigrantes y quedar aquí, renovados, descubriendo la patria de nuevo y haciéndonos, por un acto de fe, jóvenes de verdad?”.
Esa juventud –querido lector– sólo es posible revivirla desde la savia de nuestros antergos y desde el orgullo de una prosapia popular inigualable.