Opinión

Trayectoria vital y literaria de Turgueniev

El escritor ruso Iván Sergievich Turgueniev desde 1855 hasta el fin de sus días compuso sus más atractivas novelas y de mejor calidad narrativa. Entre ellas –además de Humo, de 1867– recordemos ‘Primer amor’ y ‘Una desgraciada’, ‘Asia’ y ‘Al atardecer’. Asimismo, ‘Hamlet y Don Quijote’, ‘Una historia maravillosa’ y ‘El rey Lear de la estepa’.

Trayectoria vital y literaria de Turgueniev

El escritor ruso Iván Sergievich Turgueniev desde 1855 hasta el fin de sus días compuso sus más atractivas novelas y de mejor calidad narrativa. Entre ellas –además de Humo, de 1867– recordemos ‘Primer amor’ y ‘Una desgraciada’, ‘Asia’ y ‘Al atardecer’. Asimismo, ‘Hamlet y Don Quijote’, ‘Una historia maravillosa’ y ‘El rey Lear de la estepa’. También ‘El Pegaso’ y ‘Aguas primaverales’, tal vez la más excelente de todas. Tampoco olvidemos ‘El desesperado’ y ‘Tierras vírgenes’, ‘La hora’ y ‘Recuerdos de Bielinski’, ‘Retratos antiguos’ y ‘Clara Militsch’ e ‘Incendio en alta mar’, aparte de otras obras de menor entidad. Hemos de mencionar sus ‘Poemas en prosa’, que publicó en 1883, escaso tiempo antes de fallecer.
Turgueniev, a partir de 1870, residió de manera habitual en París. Pesaba, no obstante, los meses de verano en una quinta que había adquirido en Bongival, no lejos de la capital francesa, y a corta distancia de la que poseía Micaela Paulina García Viardot, su gran “amor platónico”. La artista, quien pertenecía a una familia entregada al ‘bel canto’, era hija de Manuel Vicente García, hermana de la muy ‘celebrada’ Malibran y esposa de Luis Viardot. En vida obtuvo enormes satisfacciones merced a sus obras literarias. La Universidad de Oxford –nada proclive a otorgar honores a los extranjeros– lo nombró en 1879 “doctor honoris causa”. Y al siguiente año realizó un viaje a su patria: la recepción que se le ofreció tanto en San Petersburgo como en Moscú podría definirse como apoteósica.
No pocos de sus detractores y adversarios centraron sus censuras contra Turgueniev en el hecho de que hubiese preferido vivir en Francia a permanecer en su país. Lo cierto es que por aquel entonces en Rusia no hubiera podido escribir –o, cuando menos, publicar– sus composiciones literarias. A pesar de todo, quienes le hacían blanco de sus críticas se vieron obligados a reconocer en él a un “maestro del idioma”, a su “escritor exquisito”, a un “fabricante” de tipos y de situaciones naturales, de personajes, en fin, “vivos”.
Iván Sergievich Turgueniev expiró en su finca de Bongival el día 3 de septiembre de 1883. Micaela Paulina García Viardot –prueba de una perdurable amistad– lo asistió en sus últimos momentos lo mismo que una hermana. La muerte, en efecto, quebró un cariño puro que la vida había desarrollado durante casi un cuarto de siglo. Transcurridos tres meses, sus restos fueron trasladados a San Petersburgo, donde le rindieron los máximos laureles, recibiendo sepultura en el cementerio de Volkov.
Lógico es que numerosos críticos literarios hayan tratado de establecer parangones entre la obra de Turgueniev y la de otros grandes escritores rusos, tales como Tolstoi o Chejov, Dostoyevski o Gogol o Gorki. Nadie podrá dudar de una realidad intrínseca. Cada una de estas rebosantes figuras exhibe su personalidad al igual que su estilo creativo y su modo de enfocar y reflejar los paisajes y los “tipos”, las conductas, dificultades y angustias…y asimismo sus soluciones. Traducidas a todos los idiomas cultos, las obras de Turgueniev nos ofrecen un sinnúmero de ediciones. Obra literaria, por consiguiente, de clásica perdurabilidad.