Opinión

Siria

Son cada vez mayores las informaciones sobre la brutal represión del régimen sirio del presidente Bashar al Asad sobre los opositores y una población civil que, a todas luces, es la más perjudicada de un conflicto que ya dura un año. Según diversas fuentes, unos 6.
Son cada vez mayores las informaciones sobre la brutal represión del régimen sirio del presidente Bashar al Asad sobre los opositores y una población civil que, a todas luces, es la más perjudicada de un conflicto que ya dura un año. Según diversas fuentes, unos 6.000 civiles han muerto desde febrero de 2011, mientras la semana pasada las fuerzas armadas leales a Bashar aplicaron una cruenta ofensiva en la localidad de Homs, aparente bastión de los rebeldes opositores, agrupados en el enigmático Ejército Libre de Siria.
Cada vez más, el conflicto sirio atrae similitudes con el acaecido en Libia en 2011, que llevó a la caída de Muamar al Gadafi. Más atrás en el tiempo, la guerra civil del Líbano (1975-1990) constituye una cruenta referencia sobre lo que actualmente sucede en Siria, a raíz del mosaico de rivalidades y luchas de poder de carácter confesional y religioso, así como político. El mosaico sirio da cuenta de las rivalidades entre las comunidades alauita, en el poder con el clan familiar Al Asad, rivalizados con sunnitas, xiítas, maronita y drusos.
Bajo una coyuntura de cambios en el mundo árabe y el aumento de las tensiones entre Irán, Israel y EE UU, que pueden dar curso a una posible nueva guerra en Oriente Próximo y el Golfo Pérsico en los próximos meses, a tenor de la activación de diversos planes militares, el conflicto sirio encierra muchas claves de la compleja y conflictiva geopolítica regional. Actores externos implicados en el conflicto sirio son EE UU, Francia, Turquía, Irán, Israel y hasta las petromonarquías del Golfo Pérsico, en especial Arabia Saudita y Qatar.
Las tensiones entre los leales a Bashar y los rebeldes se incrementan ante la negativa y el veto de Rusia y China, aliados sirios, ante cualquier eventual votación en el Consejo de Seguridad de la ONU sobre una hipotética intervención exterior en Siria, similar a la ocurrida en Libia en marzo de 2011. Moscú y Beijing apoyaron entonces una resolución que implicaba un espacio aéreo a los rebeldes libios, pero no una intervención militar en Libia. Por tanto, evitan reproducir el mismo escenario en Siria, probablemente por considerar que se sienten engañados por EE UU, Europa y la OTAN.
Esta indefinición en la ONU y los fracasos diplomáticos para buscar una solución negociada, en especial por parte de la Liga Árabe, intensifican la represión de Bashar y las complejidades del conflicto sirio, con amplias repercusiones en otros escenarios como Líbano, Irak o Palestina.
¿Y Europa? Como siempre fiel aliada de los designios de Washington, sin una política exterior influyente y coherente para actuar. Otra consecuencia más de una crisis europea no sólo circunscrita al ámbito económico, al riesgo de default de sus economías (Grecia a la cabeza) y a las presiones y dilemas sobre la consistencia del Euro.