Opinión

Sigue siendo difícil ser gay

Sigue siendo difícil ser gay

Parece mentira el daño que ha hecho a la humanidad, a lo largo de la historia, un muy minoritario grupo de varones heterosexuales, blancos, ricos y negadores de su fundamentalismo religioso. Atrapados por las noticias y realidades de la corrupción política –la corrupción financiera/económica es sólo una consecuencia de la anterior– y las desigualdades materiales, miramos poco hacia otras injusticias sin duda más importantes que lo anterior: los derechos fundamentales de libertad, igualdad y diversidad de las personas. Sin su cumplimiento, la sociedad llega ya corrupta a la política y a las desigualdades materiales. Estos días se celebra el Día Mundial de la diversidad sexual y seguimos observando persecución y marginación social. Los que dicen que en los países avanzados “ya no hay ningún problema” son los peores –algunos son lectores como usted, que matiza y es evasivo– porque no lo quieren ver. Se hacen chistes y burlas a diario, se tiene a mano ‘un amigo gay’ cargado de estereotipos, se ponen trabas administrativas, se recomienda la ocultación, se silencia o se exagera en los medios de comunicación, se trata con paternalismo o se mercantiliza sobre unas carrozas con personajes cargados de plumas y abdominales marcados, como si no hubiera otras formas de ‘normalización’ de la sexualidad de las personas. La normalización no quiere decir que alguien diga qué es lo normal y todos puedan acceder a ello; la normalización de la vida sexual de la gente es que lo normal sea que cualquiera actúe como desee y que ello, lo que sea, nos parezca normal a todos. La homofobia es una de esas grandes catástrofes de nuestra especie –como la marginación de la mujer, el racismo o el hambre en el corazón de sociedades ricas– que no podríamos explicar a un extraterrestre que nos observe desde el espacio porque no tiene explicación posible.

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