Opinión

El sepulcro del Apóstol en la Catedral de Santiago de Compostela

“La dimensión histórica de todo lo que acabamos de reseñar es imponderable y sus efectos están patentes en la vida medieval de los pueblos y ciudades que giraron alrededor de Compostela, constituida como centro religioso, cultural y artístico de Galicia y de toda España”, afirma el historiador Hipólito de Sa Bravo, de las Reales Academias de la Historia y Gallega, en su monografía titulada Influencias del Camino de Santiago
El sepulcro del Apóstol en la Catedral de Santiago de Compostela
“La dimensión histórica de todo lo que acabamos de reseñar es imponderable y sus efectos están patentes en la vida medieval de los pueblos y ciudades que giraron alrededor de Compostela, constituida como centro religioso, cultural y artístico de Galicia y de toda España”, afirma el historiador Hipólito de Sa Bravo, de las Reales Academias de la Historia y Gallega, en su monografía titulada Influencias del Camino de Santiago en la Cultura y el Arte de Galicia, Año Santo Compostelano/1982, Artes Gráficas Galicia, Vigo, 1982. “De aquí el que surgieran estudios y teorías para tratar de explicar el origen de esta convulsión histórica, que levantó una ciudad sobre un sepulcro y transformó a esa misma ciudad en punto central de un movimiento religioso que sacudió a toda Europa durante varios siglos por medio de las Peregrinaciones a Compostela”, agrega el profesor gallego.
Convendría tener presente que todas las hipótesis parten de la realidad de la existencia de un sepulcro hallado en el siglo IX, el cual para unos historiadores corresponde al del Apóstol Santiago –evangelizador de España, quien quiso ser enterrado en la nación donde había predicado el Evangelio– y para otros, no es sino una leyenda piadosa, cimentada en el mito guerrero que brota ante las batallas que durante los siglos del Medievo los cristianos sostuvieron con los infieles. A juicio de Richard Fort –un británico que entre 1840 y 1845 visitó Santiago– todo el proceso de las Peregrinaciones Jacobeas está fundamentado en las costumbres míticas orientales, que consideran el medio de purificación propio del viaje o la peregrinación a un lugar sagrado.
Según la estimación de Américo Castro, el culto de Santiago se inicia y se propaga al modo de una réplica al culto que los mahometanos tributaban a su profeta en Córdoba, siguiendo su teoría establecida en su reconocida obra España en su historia. Cristianos, moros y judíos, al igual que en la posterior Santiago de España. Dentro de esa misma perspectiva se encuentra la teoría de Georgina Goddar King, quien vincula la creencia del Apóstol guerrero a los “dióscuros”, es decir, Cástor y Pólux, los hijos de Júpiter y Leda, a los que la mitología presenta como pequeñas divinidades bélicas. Tales teorías fueron rechazadas por el gran historiador Claudio Sánchez Albornoz porque su culto no tuvo difusión en España y porque no existen indicios de que fuesen adorados en Galicia. Si consideramos las tesis de los estudiosos católicos, Monseñor Duchesne niega la identidad del sepulcro con el cuerpo del Apóstol. Aunque sin negar la vinculación del sepulcro compostelano con el apóstol Santiago, son conocidas las reticencias del Padre Justo Pérez de Urbel, quien sobre ello escribió en la monumental Historia de España, bajo la dirección del polígrafo que fue Ramón Menéndez Pidal.
El descubrimiento de las reliquias –declaradas auténticas por el Papa León XIII en su Bula Omnipotens Deus el 1º de noviembre de 1884– no fue tenido en cuenta por el Padre Pérez de Urbel, ya que no explica cómo una reliquia traída de Mérida se transformó en los restos que aparecieron debajo del altar catedralicio, confirmando la creencia de la existencia del sepulcro del Apóstrol en el cual estaban las reliquias junto con las de dos de sus discípulos. Conviene recordar cómo el obispo de Iria llamado Teodomiro –el divulgador del descubrimiento del sepulcro del Apóstol– quiso ser enterrado en la iglesia donde reposaban los restos descubiertos.