Opinión

El señor ‘Encanto’ y la leyenda del ‘Pico Sagro

En remotos tiempos hubo una torre en el monte denominado ‘Pico Sagro’, próximo a Santiago de Compostela. Según la leyenda, aquel que pasara por alguno de los caminos cercanos a la torre durante las sombras de la noche era capaz de oir las quejas y sollozos de una dama allí mismo ‘encantada’ por un gigante y férreamente guardada.
El señor ‘Encanto’ y la leyenda del ‘Pico Sagro
En remotos tiempos hubo una torre en el monte denominado ‘Pico Sagro’, próximo a Santiago de Compostela. Según la leyenda, aquel que pasara por alguno de los caminos cercanos a la torre durante las sombras de la noche era capaz de oir las quejas y sollozos de una dama allí mismo ‘encantada’ por un gigante y férreamente guardada. Quienes alguna que otra vez probaron a acercarse a ella sufrieron la muerte y sus esqueletos quedaron colgados a la entrada del palacio subterráneo. Dos gigantes de hierro dejaban caer sus pesados martillos y machacaban las cabezas de los hombres más osados. Y tras las puertas, unos enfurecidos leones siempre prestos a atacar con zarpazos y dentelladas por si los visitantes hubieran salvado el primer artefacto mortal.
Mas, ¿quién era el gigante del palacio? Un gentil, esto es, un mago idólatra y brujo que destruyó los muros del castillo para realizar la entrada del lugar donde habita. Los frutos que cosechaban los labriegos, al decir del relato tradicional, terminaban todos en los enormes depósitos y graneros del palacio del ‘Pico Sagro’. Se cuenta que no existe joven soltera que se atreva a pasar al anochecer por cerca del ‘carballo’ gallego, es decir, el roble de las Cambas, ni siquiera encomendándose a San Lorezno, patrón de la parroquia. ¿El peligro? Ser arrebatada por los remolinos de viento hasta el ‘salón’ del temido palacio del ‘Pico Sagro’. En San Lorenzo de Granxa aún se recuerda lo narrado por una viejecita quien, según tenía oído a su abuela, cierta muchachita de su parroquia se esfumó un día. Alguien, al parecer, la había visto hablar de camino, en la ‘corredoira’, con un señor.
Transcurridos unos cincuenta años, reapareció en un ‘rueiro’: cabellos blancos, hondas arrugas sobre su rostro, ojos ciegos. Los vecinos constataron quién era por la madre de la tal ‘rapaza’ desaparecida. Era la señora Marica, muerta hacía ya mucho tiempo. Y ella contaba cómo aquel señor la invitó a ir con él y así convertirse en una reina. Poseería bellos vestidos, collares y luminosas joyas de oro y piedras preciosas. Como rehusaba ir, le dio a beber un vino que era más sabroso que el ‘tostado’ gallego. Entonces se adormeció. Al despertar, se hallaba en un lujoso ‘salón’, decorado de grandes espejos y áureos marcos y enormes cortinajes, con elegantes sillones y mesas. La aguardaban espléndidos manjares, dulcísimos vinos y apetitosas golosinas que jamás había probado ni imaginado en su vida.
El ‘encantamento’ desplegó para ella un maravilloso mundo de deleite y riqueza. Bailes, músicas, cantares… En seguida se olvidó de sus padres y de su aldea. Al cabo de un tiempo, dio a luz a un niño ‘mouro coma un boi mouro’. Tuvo un hijo de ‘moura ralea’. El señor del palacio, cuando ella sintió ‘morriña’ y deseó regresar con los suyos, le dijo: “Fuiste desleal conmigo. Me traicionaste con uno de mis criados moros. Como castigo, ahora serás la esclava de quienes residimos en este palacio”. La joven lloró “los siete llorares” y le suplicó al señor ‘Encanto’ que le perdonara y fuese piadoso con ella. Mas todo fue en vano. Incluso expresando su ignorancia acerca de lo que le ocurriera y que tal vez la hubieran engañado con un bebedizo. Así que envejeció y perdió la vista. Un día, de repente, se encontró en una ‘corredoira’ y retornó a su parroquia. Leyenda perteneciente a la serie de ‘fantásticas’, clasificadas por el escritor Leandro Carré Alvarellos en su estudio y antología Las leyendas tradicionales gallegas, Espasa-Calpe, Madrid, 1983.