Opinión

Sangre vasca en la tierra argentina de Balcarce

La linda y sonriente balcarceña Marita di Marco nos envía a Susana Beguiristain y a mí, desde su amada tierra argentina, el ‘Especial de Colección’ del diario La Vanguardia (periódico de primera línea), con fecha de 22 y 23 de agosto de 2009, dedicado en ‘Historias de Vida’, a ‘Los vascos en Balcarce’.
Sangre vasca en la tierra argentina de Balcarce
La linda y sonriente balcarceña Marita di Marco nos envía a Susana Beguiristain y a mí, desde su amada tierra argentina, el ‘Especial de Colección’ del diario La Vanguardia (periódico de primera línea), con fecha de 22 y 23 de agosto de 2009, dedicado en ‘Historias de Vida’, a ‘Los vascos en Balcarce’. A la historia, los testimonios y los recuerdos de aquellos que llegaron a la Argentina desde el País Vasco, y a los descendientes que hoy viven en la ciudad, al sur de la provincia de Buenos Aires, en la verde y serena Pampa húmeda. Y también al ‘Centro Vasco’ de Balcarce –la tierra de la buena ‘papa’ y del ‘chueco’ Juan Manuel Fangio, el mítico corredor de autos–, al cuerpo de baile y, en fin, a la colectividad de Euskadi.
Argentina es, a no dudar, el país que más inmigración vasca ha recibido a lo largo del mundo. Gentes del norte de la Península Ibérica que, amantes de la agricultura y la ganadería, se internaron tierra adentro con sus excelentes pastos para formar los “tambos”, esto es, las industrias lácteas de excepcional solera en la geografía física y humana de la República Argentina. “Esta inmigración llegó a nuestro país –leemos en sus páginas– desde los siete territorios históricos que conforman Euskal Herria: tres al norte del Pirineo: Lapurdi, Benabarra y Zuberoa; y cuatro al sur de la montaña pirenaica: Bizkaia, Gipuzkoa, Nafarroa y Araba”. Y por ello la cultura vasca es un elemento constitutivo de la propia cultura argentina. He ahí los numerosos símbolos que se hallan incorporados a la tradición cultural local: la boina, el juego de paleta pelota o el auténtico valor de la palabra otorgada. No convendría olvidar cuántos presidentes de la nación tuvieron sangre vasca, al igual que un sinnúmero de intelectuales y científicos, escritores y religiosos, empresarios y deportistas y otras singulares personalidades de la vida pública. Un diez por ciento aproximadamente de la población argentina posee origen vasco. Y en torno a 15.000 apellidos revelan los mismos que se conocen en Euskal Herria. A partir de 1840 la población vasca fue acrecentándose respecto de la media nacional española y francesa. Mas, ¿cuáles fueron las causas primordiales que influyeron para que una gran mayoría de vascos campesinos viajaran y se asentaran en tierras rioplatenses, tanto en Argentina como en Uruguay? La escasez de trabajo, sumada al crecimiento de la población y del traslado de aduanas a la costa, en el caso del País Vasco español después de 1841. Asimismo el encarecimiento de los cereales desde 1847. Igualmente, la epidemia de las viñas que en 1856 se cebó sobre todo en la Rioja Alavesa.
“Antes de ser reclutados en un servicio militar obligatorio de siete años durante las guerras carlistas o en el norte de África, Cuba y Filipinas –proseguimos leyendo en La Vanguardia de Balcarce–, los jóvenes preferían no perder esos años y emigrar. Muchos lo hicieron clandestinamente”. Recordaremos cómo los vasco-franceses partían de los puertos del sur del Pirineo, tales como Bilbao o Pasajes, en tanto que los vasco-españoles se dirigían a los puertos franceses de Bayona y Burdeos, además de Angers y Marsella. La Constitución española de 1869 fue la primera en reconocer “el derecho del individuo a emigrar”.