Opinión

Reflexiones de verano

Mientras más esquivo sea tu pan,más debes cuidarlo.(Proverbio chino)Febrero es un mes grato, aun para trabajar en Santiago, sobre todo en lugares del “barrio alto”, este curioso signo topográfico de discriminación clasista con el que graficamos los chilenos nuestro prurito de trepadores sociales.
Mientras más esquivo sea tu pan,
más debes cuidarlo.
(Proverbio chino)


Febrero es un mes grato, aun para trabajar en Santiago, sobre todo en lugares del “barrio alto”, este curioso signo topográfico de discriminación clasista con el que graficamos los chilenos nuestro prurito de trepadores sociales. Y es que más del sesenta por ciento de sus residentes veranea por estas datas, muchos de ellos en el balneario de Pucón, región de los lagos; otros, en playas más o menos exclusivas y unos cuantos en Brasil o el Caribe; todos quieren escapar de la canícula y de la grisura del país, aunque ya en febrero la luz comienza a adelgazarse, el día se acorta y por las noches sopla la fresca brisa del Raco, que baja de los montes cordilleranos con su hálito de altas cumbres.
Las calles de Las Condes y Vitacura muestran por estos días escasa afluencia de vehículos y en los sitios de comercio merman los clientes. Pero algo permanece con la sorda constancia de la necesidad: el flujo de obreros de la construcción y empleadas domésticas que acuden a los barrios de la precordillera, a través del Metro (líneas 4 y 5), procedentes de barriadas del sur y del poniente: La Granja, La Florida, Puente Alto, Lo Prado, Pudahuel; ellos para trabajar construyendo edificios de buen vivir donde jamás habitarán; ellas, para encargarse del servicio doméstico de los hogares acomodados, evitando así el deterioro físico de las ‘dueñas de casa’, menoscabo que acumularán en sus cuerpos estragados estas abnegadas servidoras de ‘puertas adentro’.
“Chile es uno solo y yo gobernaré para todos los chilenos”; es ésta una de las frases más repetidas en la campaña del actual Presidente, Sebastián Piñera (brillante empresario, para algunos, audaz especulador, para otros); con ella y otros parecidos lugares comunes de su populismo atrajo a numerosa clientela electoral proveniente de sectores populares (el ‘momio (1) atorrante’ es hoy tan numeroso como el “roto izquierdista”). Contiene dos afirmaciones, ambas de suyo falaces. En Chile habitan varios países (segmentos, clases, bandos) distintos, no sólo por la diferencia abismal de sus ingresos, sino porque constituyen una suerte de culturas diferentes, a menudo antagónicas. Los sectores acomodados reniegan del ‘rotaje’ (2), se burlan de sus modos y dichos, aunque expolien sin mayores escrúpulos a la plebe… Hay quienes podemos apreciar estas particularidades, las que asombran a visitantes europeos y que a la mayoría de los chilenos no parece afectar (al menos en la superficie). Según el estrato, el lenguaje hablado será también distinto, como lo son ademanes y gestos del diario vivir. Pero los muchos sirven a unos pocos –dueños éstos del poder económico y ahora también del político (esto no ha variado, después de veinte años de gobiernos supuestamente socialistas; más aún, ha tendido a agudizarse)– sin aparentes fisuras sociales, en una armonía que es transitoria y feble, porque existe una realidad asordinada que bulle como caldera repleta de vapor, que suele manifestarse en estallidos esporádicos de violencia callejera, en iracundias multitudinarias que revientan en los recintos deportivos, en la delincuencia que crece día a día, amparada y nutrida, a la vez, por las poderosas organizaciones del narcotráfico, expertas en administrar la corrupción en distintos niveles sociales, aprovechándose hábilmente de los resquicios que deja una moral pagana sustentada en la codicia, servidora de ese viejo ídolo que es el Becerro de Oro.
Se prometió a los chilenos la creación de un millón de empleos, que deben salir de la empresa privada, la que “da trabajo a la gente”. Este aserto se ha transformado en una especie de regla indiscutible para los empresarios, olvidando, de paso, al precursor del libre mercado, Adam Smith, quien en su celebérrimo tratado que lleva por título ‘Una investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones’, deja en claro que el beneficio generado por la actividad económica productiva se obtiene por el uso y/o empleo del trabajo asalariado (enajenación), lo que genera la plusvalía o margen utilitario del capitalista, cuya progresiva acumulación, apoyada por los mecanismos de ahorro y reinversión, permitirá el creciente progreso de los pueblos, siempre y cuando el Estado no intervenga en los armónicos y “naturales” cauces del devenir económico, etc.
El argumento es muy simple y funciona como el mejor de los relojes: “Yo te empleo, tienes trabajo, recibes un salario, puedes comer y mantener a tu prole. Trabaja duro, no reclames y agradece lo que tienes, pues afuera hay cincuenta o más como tú, esperando por tu puesto, el que podrán desempeñar con una soldada aún más exigua que la tuya”. El círculo perverso se completa a sí mismo y se nutre como perfecta entelequia. De ahí a colegir que “hay que cuidar a los ricos” a toda costa y coste, tenemos apenas la distancia del paso de un gorrión sobre la rama.
Cada viernes, después de la dura jornada, los obreros de la construcción comienzan a ‘liberarse’ con unas cervezas bebidas entre iguales; sencillo rito donde el humor procura compensar las frustraciones y el tedio de los días. (Piñera ofreció un bono para marzo; los parroquianos echan cuentas alegres, como si tuvieran entre manos los billetes, y brindan por anticipado)… Ya no se pronuncia aquí ni se escribe la palabra “obrero” –menos aún “proletario”–; se impuso el eufemismo “trabajador”, presente en todos los cuerpos legales, con el que se pone en el mismo saco a quien percibe trescientos dólares de salario como al que acaricia los diez mil…
Este verano la canícula ha sido tan inclemente como los patrones, pero la misericordia divina llega por donde menos se la espera. Ha bajado en un ocho por ciento el precio de la cerveza corriente. Debido, al parecer, a una sobreabundancia de la marca ‘Báltica’, en desmedro de la ‘Escudo’. Hasta hace una semana, pagábamos $1.400 por el litro del dorado zumo (dos euros); ahora nos cuesta $1.200 –(un euro con ochenta céntimos), con un excedente a nuestro favor de o,6 grados de alcohol, lo que asegura también una embriaguez de mayor eficacia. La Chi, regenta oriental de nuestra Parroquia o Bar Amigo, aun cuando no haya leído a Smith ni a Marx, entiende su propio beneficio en proporción directa a la productividad: “más vendo, más gano”, y se proveyó de un buen stock de ‘Báltica’, sin importarle el nombre del mar de los hiperbóreos, a quienes detesta, porque un finlandés inescrupuloso le arrebató a la hija, llevándosela al “país de las sombras largas”…
La cerveza sí que es democrática. Está al alcance de los trabajadores más humildes y de los desheredados de la tierra. Su borrachera es menos perniciosa que la del vino o la del pisco o la del aguardiente; suele aplacar los ánimos y servir de consuelo a los males físicos y espirituales, aúna voluntades, acerca amigos en discordia, conforta almas en desasosiego.
Sólo que el hígado, por no entender lo que es la plusvalía, puede jugarte una mala pasada, acarreándote una ruina física irreparable… Total, la vida es tan corta y todos queremos atrapar, aunque sea por unos minutos, el pájaro azul de la felicidad.
¡Salud!


(1) Momio: denominación que se da en Chile al derechista; equivale a “carcamal” en España.
(2) Rotaje: Conjunto de ‘rotos’ o miembros de la clase baja.