Opinión

El ‘Pórtico de la Gloria’: maestro Mateo, el ‘Santo dos Croques’

Así como la Biblia reparte la Humanidad en los dos grupos de judíos, pueblo de Israel donde nació Cristo, y los gentiles, así también en el ‘Pórtico de la Gloria’ contemplamos a las dos partes de la Humanidad llamadas a integrarse en la Iglesia.
El ‘Pórtico de la Gloria’: maestro Mateo, el ‘Santo dos Croques’
Así como la Biblia reparte la Humanidad en los dos grupos de judíos, pueblo de Israel donde nació Cristo, y los gentiles, así también en el ‘Pórtico de la Gloria’ contemplamos a las dos partes de la Humanidad llamadas a integrarse en la Iglesia. A la derecha –entre el arco central y el lateral– figuras desnudas, a una de las cuales cubre con su manto un ángel, con el símbolo del bautismo y la gracia; a la izquierda, también desnudos, quienes representan al pueblo judío, si bien portan una cartela que evoca los libros del Antiguo Testamento, esto es, la Escritura judía.
“El arco de la derecha muestra, en su parte derecha, animales extraños que atenazan con sus garras a los hombres. Sin duda representan los vicios esclavizadores”, leemos en el excelente texto de la obra Catedral de Santiago de Compostela, Ediciones Aldeasa, Madrid, 2002. A la izquierda, distinguimos tres arquivoltas adornadas con follaje, entre las que se aprecian imágenes humanas. Henos ante la Humanidad expectante de la venida del Mesías. Adán y Eva –en la arquivolta inferior– ven entre ellos la figura del Enviado de Dios, destinado a liberar al Universo del pecado que aquellos trajeron.
Ahora bien, si nos atenemos a la denominada “columna cristológica”, en la mitad del arco central –bajo la imagen de Santiago el Mayor, sedente, con un bastón en forma de “tau” griega y una cartela en la que se lee “me envió el Señor”– nos encontramos con la columna de pórfido blanco y su sabia doctrina con sus representaciones del origen divino y humano de Cristo. El humano se nos ofrece en el fuste, donde del pecho de un anciano tendido en el suelo, que debe de ser Isaí o Jesé, el padre de David, nace un árbol. Diferentes personajes se hallan entre sus ramas: claramente columbramos dos, David, portando un instrumento musical entre sus manos, y Salomón, quien nos muestra en su derecha el cetro real. Y encima de la copa del árbol –libre del contacto con el enramado– la imagen de María. “La desvinculación de las ramas podría ser”, señala el profesor Jesús Precedo Lafuente, autor del libro anteriormente citado, “sugerencia de la fe de la Iglesia compostelana, ya en el siglo XII, en el misterio de la Inmaculada Concepción de María, que no sería definido como dogma hasta el siglo XIX”.
En lo que al capitel se refiere, en él observamos la representación de la Santísima Trinidad: la divinidad de Cristo. Mas, ¿cuál es la figuración? La habitual, es decir, el Padre es un anciano coronado, que en sus rodillas sienta al Hijo. El Espíritu Santo se nos ofrece bajo el símbolo de la paloma, recordándonos aquel pasaje evangélico del bautismo de Jesucristo, en cuyo texto leemos que “bautizado Jesús, salió luego del agua, y he aquí que se abrieron los cielos y vio al Espíritu Santo descender como paloma y venir sobre él”. Paloma y fuego son, en efecto, los símbolos del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura, a fin de reflejar visualmente el “fuego” del Amor dentro del corazón del hombre al igual que la “pureza” de vida que regalan sus dones.
¡Y el ‘Santo dos Croques’! La figura arrodillada en la parte posterior del parteluz del ‘Pórtico de la Gloria’, que mira hacia el Altar Mayor. “Croque” o “golpe dado o recibido en la cabeza” en lengua gallega o bien el “bucle” de la palabra en lengua de Oc o provenzal, por lo que sería “el santo del pelo rizado”. Y los dedos puestos en las ramas del árbol de Jesé.