Opinión

El ‘Pórtico de la Gloria’ de la Catedral de Santiago de Compostela

“Le conviene ahora al visitante acudir, por el centro de la nave central, al ‘Pórtico de la Gloria’, que fue portada abierta al exterior al igual que la parte más occidental, desaparecida para construir la fachada del ‘Obradoiro’.
El ‘Pórtico de la Gloria’ de la Catedral de Santiago de Compostela
“Le conviene ahora al visitante acudir, por el centro de la nave central, al ‘Pórtico de la Gloria’, que fue portada abierta al exterior al igual que la parte más occidental, desaparecida para construir la fachada del ‘Obradoiro’. La falta de protección frente a los rigores de la climatología produjo alteraciones en la pintura e incluso en la contextura de la piedra”, nos indica el docto Jesús Precedo Lafuente a través de su estudio Catedral de Santiago de Compostela, Ediciones Aldeasa, Madrid, 2002. De camino, observamos las lámparas y los órganos. Elevamos nuestros ojos hacia el ‘cimborrio’ o cúpula, de carácter gótico y acabada en 1445, con escudos en los ángulos del arzobispo don Lope de Mendoza, al término de cuyo pontificado se terminó tal obra gótica. El balcón que circunda el interior corresponde al siglo XVII: José de la Peña del Toro se ocupó de su revestimiento. ¡Y con 32 metros de altura! ¿El sistema de poleas? Fabricado en Vizcaya en 1602 y diseñado por Juan Bautista de Celma, el cual permite el accionamiento del ‘Botafumeiro’.
De paso hacia el ‘Pórtico de la Gloria’, la primera lámpara que vemos fue donada por el compostelano Montero Ríos y procede del Senado. Ambos órganos son del XVIII y funcionan con única ‘consola’ de manera simultánea. Están apoyados en las columnas que pertenecen al Coro del siglo XVII. El autor de las cajas, Manuel de la Viña; su decoración del Barroco, labor de Miguel Romay. La lámpara estuvo en la Exposición Universal de París en 1855. Donación –hojas de acanto, brazos, filamentos y remate de cristal de roca– que fuera realizada por el canónigo Pedro Méndez Acuña.
Suele afirmarse que, cuando el rey Fernando II visitó Compostela durante el siglo XII, o bien no estaba acabada la Catedral por la parte Oeste, o bien se hallaba ya en deficientes condiciones. Acaso por ello el monarca habría determinado dejar en Santiago a su arquitecto de palacio –el gran Mateo–, con una pensión con objeto de que pudiera llevar a cabo la magna y sublime obra artística que siempre admiramos. Así nos revela el ‘diploma’ del rey Fernando II mediante el cual otorga al “Maestro Mateo” “cien morabetinos” de oro anualmente por “todo el tiempo de su vida para que la obra de la catedral fuese atendida con afán”. Podemos leer asimismo el nombre del autor en el mismo ‘Pórtico’, en cuyo arco central nos encontramos con una inscripción que, traducida, expresa: “En el año de la Encarnación del Señor, 1188, era de 1226, y primer día de abril, los dinteles del portal principal de la Iglesia del bienaventurado Santiago fueron colocados por el Maestro Mateo, que dirigió la obra desde sus cimientos”.
¿De qué modo podríamos pasar por alto aquel milagroso tiempo de los ‘beatos’, códices que copiaban el manuscrito de San Beato de Liébana, quien en el siglo VIII comentó el bíblico libro del ‘Apocalipsis’? He ahí el origen de la divulgación de esta obra final de la Sagrada Escritura, así como las afamadas miniaturas de una nueva escuela a cuyo frente estaba Magius. Ya que no se escribía la “memoria arquitectónica” de las obras, tampoco conservamos ninguna descripción ‘autorizada’ de la del ‘Pórtico’. Asombroso “libro de piedra policromada”, destinado –al igual que la escultura y la pintura de todos los templos– a ilustrar a los fieles acerca de los misterios de la Fe.