Opinión

Populismo: frivolidad y falsificación

Mi padre, cuando yo era apenas un chico de seis o siete años, me enseñaba cómo llevar el paraguas. “La gente no sabe comportarse, la gente no sabe caminar, la gente no sabe llevar un paraguas”. Esto, tan sencillo, tan simple, me sirvió para toda la vida. Hoy el hombre común, el hombre de a pie y el otro, no sabe llevar un paraguas. Es abombado, imbécil; abatatado, en el mejor de los casos.
Populismo: frivolidad y falsificación
Mi padre, cuando yo era apenas un chico de seis o siete años, me enseñaba cómo llevar el paraguas. “La gente no sabe comportarse, la gente no sabe caminar, la gente no sabe llevar un paraguas”. Esto, tan sencillo, tan simple, me sirvió para toda la vida. Hoy el hombre común, el hombre de a pie y el otro, no sabe llevar un paraguas. Es abombado, imbécil; abatatado, en el mejor de los casos. Sin entrar en el tema del celular, los mensajes de textos o la falta de comunicación. “No les da la cabeza, repetía mi padre, para caminar y llevar el paraguas. Y son seres de ciudad, no son campesinos, solía agregar”. Pues bien, la decadencia es infinitamente mayor que en aquellos años cincuenta. Todo, absolutamente todo, se ha empobrecido, se ha desgastado. Los paraguas son más cortos pero con eso no se arregla la estupidez ni el desencanto.
Se hicieron unas pocas muestras, para conocer los índices de ignorancia y barbarie, en algunos colegios secundarios –privados y públicos– y el resultado fue pavoroso. Ya el ‘loco’ Sarmiento había escrito: “Llegará un momento que la educación se venderá por metro”. Y así es. Hace décadas que se vende por metro. El resultado fue pavoroso, dije. Se mostraron fotos a alumnos de tercero y cuarto año del secundario. Raúl Alfonsín: el setenta por ciento no sabía quien era. Una foto de Carlos Marx, los alumnos lo confundieron con Charles Darwin. Carlos Gardel; el sesenta por ciento no lo conocía. El Che Guevara: un cuarenta acertó, otro cuarenta dijo que era un cantante de rock. Bueno, la lista es larga. No es mi intención fatigarlo con referencias frívolas, volátiles y caprichosas. Una docente, ex ministra de Educación de la provincia de Buenos Aires, justicialista la señora, se sintió inquieta (hasta el momento justificaba todo) cuando ante la foto del general Videla un setenta y cinco por ciento dijo reconocer al general Perón. “Eso sí que es muy serio”, dijo la ex funcionaria. Como si no reconocer a Borges, a Beethoven o a Artigas no lo fueran.
Bueno, señores lectores. Un gran sector de nuestro supuesto progresismo es cómplice de esta situación y de otras peores. Nuestro progresismo me da asco. Forma parte de una manipulación política donde todo lo justifican, donde todo lo tergiversan, donde las falsificaciones están a la orden del día. La política inmediata los lleva a eso. Se los ve resentidos y pedantes, ignorantes con soberbia, totalitarios con fantasías redentoras. Mesiánicos con cuentas bancarias y negociados por doquier. El objetivo es siempre el poder, en tener razón, el ganar.  Hay ejemplos en la historia griega pero también en las más recientes: Stalin es un claro ejemplo. Entre los tiranuelos, mentecatos, fantoches, dictadores y asesinos de estos países bananeros y de los otros, los ejemplos abundan, rebasan las bibliotecas. La falta de escrúpulos hará el resto en estos gobernantes que mienten, engañan, modifican la historia y se mezclan con mariscales de dudosa ética. Y como el resto no sabe quién es Fellini, Clotario Blest, Gandhi o Bakunin todo siguen pa´adelante. Y dale que te dale. Y dale que te dio. Al compás del carnaval, al compás del arrabal. Y siga, siga, siga el baile.
Una vez más se mezcla todo; tenemos en la olla popular un puchero que huele mal. El sindicalismo, las patotas, la burocracia, el proceso de decadencia, el grado espectacular de corrupción, las barras futboleras, el ilusionismo, lo superficial…
De eso se trata, de vivir en lo superficial. En la televisión, en lo político, en lo social, en lo académico, en lo familiar, en lo educativo… Se desdeña todo: libertades individuales, creatividad, el ser solidario. Se engaña, se mistifican palabras, discursos, historias. (Usted, Penelas, repite esto porque es socialista libertario, me tiene harto con sus monsergas). Decía bien el Ministro de Educación, Oscar Ivanessevich, en los años cincuenta: “el estudiante, cuando piensa mucho, se vuelve izquierdista”. Hoy, ni hace falta eso. Hoy, ese estudiante ya no piensa. No conoce historia, no conoce ideología, no conoce símbolos. Estuve hace unas semanas en un homenaje que se le hacía a León Trosky en el 70 aniversario de su asesinato. En el salón había una gran bandera roja que decía: “¡Proletarios de todos los países, uníos!”. No lo pude creer, lo leí dos veces y no lo pude creer. Vea usted, querido lector, el error en esa frase. Un error de concepto, de ideología, de pensamiento. La superficialidad de la ciudadanía argentina es incalculable. Su necedad ideológica, imparable.